sábado, 15 de noviembre de 2014

— Capítulo 6 —

Mi madre, poco después de nacer Mónica, me contaba cuentos. Y no los típicos para dormir. No. Me contaba historias. Yo era una cría, pero los entendía todos. Mi madre hablaba conmigo como si tuviera ya los 15 años, como si supiera de la vida tanto como ella. Un día me contó que cuando yo nací, debía nacer conmigo un hermano. Que veníamos dos. Pero que ella nunca supo qué pasó con el otro bebé. Me contó que ella de joven había tenido muchos problemas, me contó que le sucedieron cosas que no era capaz de explicarlas con palabras, pero que en su mirada se veían reflejadas. A veces la escuchaba llorar cuando le daba el biberón a Mónica, la escuchaba sollozar, y entre sollozos recitaba algo, nunca lograba entenderla por completo, decía algo así como:
‘Tan pequeña es la semilla del mal, que nunca muere. Yo le oí llorar, y se lo llevaron. Yo le oí llorar, y desapareció. Pero su sombra no desaparece.’
El día que escuché eso, no entendí muy bien a que se refería.
Yo pensaba que mis padres eran una pareja feliz, ambos con sus puestos de trabajos. Ambos sonrientes. Ambos tan perfectos. Pero ahora creo que todo era una simple fachada, un muro que crearon para no alertarnos, a nosotras sus hijas. Pero yo, yo ya vivía en el misterio desde el momento en el que nací, y ese otro bebé no se vino conmigo.
Ahí comenzó todo. Pero, a estas alturas, ¿cómo voy a investigar si ese niño nació con vida? ¿Cómo investigar quién es, dónde está? ¿Cómo? Porque a lo mejor nada es así.
Por otra parte, mi padre, mi padre era más frío, pero cuando tenía sus momentos cariñosos me llevaba de paseo, me compraba chuches, me llevaba al cine y también me contaba historias.
A mis 16, cuando me graduaba, me llevó de compras, sí, ¡increíble! Increíble que un padre vaya con su hija de compras y no sea la madre. De ese día nunca me olvidaré, y eso que hasta ahora lo tenía apartado de mi memoria, pero esta es traicionera, y a veces nos hace recordar el más mínimo detalle... Al salir del centro comercial, una vez en el coche, se sinceró conmigo. Empezó a hablarme y me dijo:
   -          Hija, te haces mayor, dentro de nada tendrás a muchos chicos a tus pies, queriendo salir contigo, o simplemente queriendo solo sentir tu cuerpo en su cama.
Yo me mantenía callada, creo que me debí poner roja, era la primera vez que mi padre se paraba a hablar conmigo así. Siguió:
   -          Y quiero decirte que tengas mucho cuidado, que no andes sola por las noches. Que no te dejes engañar por un cualquiera. Que esperes, que al final llegará quien te haga feliz. Aunque antes quizás te toque sufrir…
Tu madre y yo… Nos conocimos de casualidad… Tu madre…
La voz de mi padre se desvaneció, vi como unas lágrimas le recorrían las mejillas. Lo que me iba a contar debía ser muy duro. Yo nunca me lo  podría esperar. No. Le agarré la mano y le dije:
   -          Tranquilo papá.
   -          Tu madre lo pasó mal, quizás no debería ser yo quien te cuente esta historia, pero sé que tu madre no está lo suficientemente bien como para explicarte todo. De hecho, cada vez la veo más apagada. Cuando nació Mónica pensé que le brillaría la mirada. Pero sigue igual… A tu madre… A tu madre…
Me estaba asustando. No sabía qué le pasaba a mi madre.
   -          Papá termina… Me estás preocupando. Y ahora que lo dices, tienes razón mamá ya no es tan feliz como antes, mamá me contó cosas que no sé si son ciertas, o no…
   -          Abusaron de tu madre cuando tenía apenas tu edad, quedando embarazada de un niño. Tu madre por miedo no quiso abortar. Yo la conocí un día en el hospital, se sentó a mí lado, y me fijé en ella y en su barriguita, ya comenzaba a notarse que estaba embarazada. Ella reparó en que la estaba viendo, y agachó la mirada, sus mejillas enrojecieron. Entonces me dispuse a hablar con ella… Y me contó todo. Acabó llorando. No sé, quizás fue amor a primera vista, pero desde entonces quedé con ella cada  vez que iba al médico. Apenas le faltaban dos meses para dar a luz, cuando una noche tuvo una pesadilla, en la cual se despertó alterada y gritando que no quería tener el hijo, que iba a convertirse en un ser maligno, que iba a ser como su padre. Esa noche no pude dormir. Yo tenía ya los 19 años, y busqué la forma de que ese niño terminase con otra familia. Encontré a alguien que quería adoptar un hijo, y mis padres hicieron lo posible para que al nacer se lo llevasen a esa nueva familia.
Yo estaba anonadada, no sabía articular ni una palabra. Me recorrían escalofríos al imaginar toda la situación. No sabía si llorar, si decir algo. Estaba de piedra. Y mi padre seguía contándome:
    -          El día que tu madre dio a luz los médicos le dijeron que su hijo había nacido sin vida… Tu madre lo pasó mal al escuchar esas palabras, pero al paso de los días fue mejor así. No dejaba de tener pesadillas con el bebé y con todo lo negativo que iba a traer consigo.
Años después te tuvimos a ti. Y ahí tu madre decía que estaba embarazada de gemelos, que os sentía, a un niño y a una niña, pero solo nació un bebé, solo naciste tú.
Otro escalofrío recorrió mi cuerpo. Como si eso fuese una mentira. Como si aún hubiese algo más escondido detrás de esa historia. Mi padre se quedó callado. Yo cabizbaja, me abrazó, y entonces arrancó el coche de vuelta a casa. Fue un viaje frío, con dos cuerpos presentes, pero de almas completamente ausentes, ese día mi mente se perdió. Ese día sentí miedo. El mismo miedo que estoy sintiendo ahora al recordar, al encontrar la primera pieza del puzzle.
¿Dónde estará ese hijo que mi padre quiso arrebatarle a mi madre para no verla sufrir? ¿Sabrá quiénes eran sus padres biológicos?
Nunca le pregunté a mi padre a qué familia se lo ‘’regaló’’, nunca le pregunté a mi padre si cogieran al violador. Nunca le pregunté a mi madre nada de esta historia, porque entendí que no estaba bien, lo entendí cuando encajé las historias que me contaba de ese hijo ‘’perdido’’ con la historia de mi padre.
Y ahora que estoy aquí, sólo tengo preguntas. Y más preguntas…
¿Tendré un hermano gemelo como decía mi madre? ¿Un gemelo?



No debe faltar mucho para que llegue el médico, es hora de la comida y de la sesión de pastillas que me dejan sin ganas de nada. Sigo deseando que algún día se olviden de mí. De que no me traigan la medicación, y es que sigo pensando que me afectan demasiado, y me hacen olvidar recuerdos apartados. Ojalá un día llegue un médico nuevo, con el que pueda mantener una conversación sin que me acabe ignorando. Ojalá un médico que me escuche de verdad. Y me ayude a buscar respuestas y no a cerrarme las puertas.

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