domingo, 16 de noviembre de 2014

— Capítulo 8 —

El miedo seguía recorriendo mi cuerpo, necesitaba saber quién era ese chico, tenía una voz rasgada, pero a la vez firme, era extraña. Mi yo interior quería gritar, gritar y girarme. Pero estaba completamente paralizada. Poco a poco mis latidos fueron calmándose, hasta el punto en el que no los logré escuchar.
Notaba su respiración detrás de mí, y su mano cálida en mi hombro. Tenía miedo, pero a la vez me sentía bien. Al fin. Al fin había aparecido alguien con quien poder hablar, alguien que al parecer sabía algo de mí, alguien que me quería escuchar. Era todo muy siniestro. Sentía ansias de verle. De saber si era un chico joven o ya adulto. Por su voz indicaría que se trata de un chico de mi edad, quizás.
Estaba impaciente por escucharle de nuevo. Por saber más. No sabía si mi garganta me dejaría pronunciar alguna palabra, lo intenté y lo único que me salió fue:
-          Tengo miedo, pero gracias. Gracias por aparecer y afirmar con tanta seguridad que no estoy loca. No sé a qué se debe que no me dejes verte, al fin y al cabo, tanta oscuridad no me lo permitiría. Pero…
No me dejó continuar. Quizás me había emocionado a hablar…
-          Pero nada, no es el momento Ruth… Poco a poco, no quieras hacer preguntas, no quieras saberlo todo, no. Paciencia. Sé por qué estás aquí, tú no has matado a tu familia. Ha sido la misma persona que me ha metido a mí aquí. JOHN.
Al escuchar John otro escalofrío recorrió mi cuerpo, estuve a punto de desmayarme. ¿Quién estaba en mi habitación? ¿Cómo sabía la existencia de John? Necesitaba preguntarle tantas cosas, pero sabía lo que me iba a responder, simplemente, no me daría respuestas.

Estaba tan perdida. No sabía ya si hablar o si esperar a que él continuase. Estuvimos callados durante un largo tiempo. El silencio era tan tenebroso que se escuchaba el canto de un búho, y el aullido de un lobo, el revolotear de los pájaros, e incluso, si reparabas un poco, escuchabas el romper de las olas en el mar. Yo cerraba los ojos y me ponía a imaginar cómo sería ese chico que estaba a mis espaldas. De repente se rompió el silencio. Una puerta se golpeó, quizás la de su habitación. Y entonces exclamó:
-          ¡Mierda! Espero que los médicos no se hayan dado cuenta de que me he escapado, y mucho menos de que nos hemos reunido. Ni a ti ni a mí nos dejan salir al patio. Me han dicho que nunca me acerque a ti cuando sales a los pasillos, por eso, siempre que te veo regreso a mi habitación. Me he encerrado noches en el baño. Me he colado en la sala de los psiquiatras y he conseguido la clave de tu habitación. Me he leído tu informe. Llevo aquí un poco menos que tú. No sé por qué no quieren que nos crucemos. Solo sé que John es el causante de cada una de mis pesadillas. Es el causante de todo esto… - Estuvo callado apenas un instante. Yo ya no quería decir nada. Estaba tan sobresaltada.- Ruth, no tengas miedo.
Me agarró y me susurró: -Cierra los ojos, y no los abras. – Escuché sus pasos, y lo sentí delante de mí, por un momento quise abrir los ojos, pero aguanté. Entonces, me abrazó. Me sentí tan frágil. Por un instante me sentí protegida. Fue un abrazo cálido. Todo el pavor se había esfumado. El silencio ya no era tan tenebroso. Sus latidos se compaginaron con los míos. Después de tanto tiempo, me sentí bien, a pesar de no ser libre, me sentí querida, y me agradaba. Se apartó despacio, y con su mano me tapó los ojos, para que siguiese sin abrirlos. Entonces hablé:
-          ¿Cuándo podré verte? ¿Cuándo podré acerté preguntas y obtener respuestas? Al menos, me gustaría conocer tu nombre, por favor.
-          Pronto Ruth, todo a su tiempo, no tengas prisa, nos queda mucho tiempo por delante. Hoy solo conocerás mi nombre. Matt.
Pude escuchar cómo se alejaba, como se abría la puerta, pude notar frío. Se había ido. Matt. Bonito nombre. Tenía claro que se trataba de un chico de mi edad. Audaz. Que inspiraba confianza. Y se notaba que la cordura no era lo que le faltaba. Y que a pesar de todo, él también tenía miedo.

Esa noche ya no pude dormir. Me dejó sobresaltada. Con más preguntas en mi mente de las que me estaba formulando estos días.

Tiene que existir algún lazo entre él y yo. ¿Por qué ambos estamos aquí? ¿Por qué no nos dejan encontrarnos? ¿Qué nos une?
Todas y cada una de las posibles respuestas se relacionan con John. Por su culpa los dos estamos aquí, y tiene que haber alguien ahí fuera que John existe.

Observo la luna, allí, a lo alto. Y joder, como brilla, rodeada de estrellas que son lo contrario a mí, que desde que llegué aquí dejé de brillar, pero sigo viva, y ellas brillan estando muertas.
Interrogantes en mi cabeza. Quería ya volver a escuchar a Matt. Poder verle.
Me gustaría saber cómo consiguió entrar en la sala de los médicos. Su abrazó me dio fuerzas. Fuerzas que a veces me faltan para salir de aquí. Ahora sabía que no estaba sola. Y quizás con su ayuda lograse salir de aquí.

Comenzó a salir el sol. Los pájaros no dejan de cantar. Se escuchan movimientos por el recinto. Hora del desayuno.
No llega a nadie a traerme el mío.
¡Qué extraño!
Me asomo a la puerta y veo a un médico nuevo acercándose.
¡Doble asombro!

¿Comienza mi suerte a cambiar?

Su rostro no inspira ninguna confianza. Seriedad. Mirada intimidante. Me aparto de la puerta. La abre de golpe.
Tan pronto entra me advierte:
-          No quiero oírte, desequilibrada mental. A partir de ahora tendrás una nueva dosis de pastillas. Tus horas por el pasillo serán reducidas.
Quedo asombrada. Mi suerte cambió.
Escuchó un grito, era Matt:
-          ¡QUIERO VERLA! HIJOS DE PUTA, NO ESTOY LOCO, VOSOTROS SOIS LOS DESEQUILIBRADOS.
Empujé al médico con todas mis fuerzas, y eché a correr. Quería ir a junto de Matt. Me escapé y grité:
-          ¡CABRONES! NO DEBERÍA ESTAR PERMITIDO LO QUE HACÉIS. DEJADME VERLE, NECESITO RELACIONARME.

Vinieron varios médicos. Me agarraron de los brazos, me hacían daño. Me inyectaron un calmante. Me quedé dormida…

No hay comentarios:

Publicar un comentario