Notaba su respiración detrás de mí, y su mano cálida en mi hombro. Tenía miedo, pero a la vez me sentía bien. Al fin. Al fin había aparecido alguien con quien poder hablar, alguien que al parecer sabía algo de mí, alguien que me quería escuchar. Era todo muy siniestro. Sentía ansias de verle. De saber si era un chico joven o ya adulto. Por su voz indicaría que se trata de un chico de mi edad, quizás.
Estaba impaciente por escucharle de nuevo. Por saber más. No sabía si mi garganta me dejaría pronunciar alguna palabra, lo intenté y lo único que me salió fue:
-
Tengo miedo, pero gracias. Gracias por aparecer y
afirmar con tanta seguridad que no estoy loca. No sé a qué se debe que no me
dejes verte, al fin y al cabo, tanta oscuridad no me lo permitiría. Pero…
No me dejó continuar. Quizás me había emocionado a
hablar…
-
Pero nada, no es el momento Ruth… Poco a poco, no
quieras hacer preguntas, no quieras saberlo todo, no. Paciencia. Sé por qué estás
aquí, tú no has matado a tu familia. Ha sido la misma persona que me ha metido a
mí aquí. JOHN.
Al escuchar John otro escalofrío recorrió mi
cuerpo, estuve a punto de desmayarme. ¿Quién estaba en mi habitación? ¿Cómo sabía
la existencia de John? Necesitaba preguntarle tantas cosas, pero sabía lo que
me iba a responder, simplemente, no me daría respuestas.
Estaba tan perdida. No sabía ya si hablar o si
esperar a que él continuase. Estuvimos callados durante un largo tiempo. El
silencio era tan tenebroso que se escuchaba el canto de un búho, y el aullido
de un lobo, el revolotear de los pájaros, e incluso, si reparabas un poco,
escuchabas el romper de las olas en el mar. Yo cerraba los ojos y me ponía a
imaginar cómo sería ese chico que estaba a mis espaldas. De repente se rompió
el silencio. Una puerta se golpeó, quizás la de su habitación. Y entonces
exclamó:
-
¡Mierda! Espero que los médicos no se hayan dado
cuenta de que me he escapado, y mucho menos de que nos hemos reunido. Ni a ti
ni a mí nos dejan salir al patio. Me han dicho que nunca me acerque a ti cuando
sales a los pasillos, por eso, siempre que te veo regreso a mi habitación. Me he
encerrado noches en el baño. Me he colado en la sala de los psiquiatras y he
conseguido la clave de tu habitación. Me he leído tu informe. Llevo aquí un
poco menos que tú. No sé por qué no quieren que nos crucemos. Solo sé que John
es el causante de cada una de mis pesadillas. Es el causante de todo esto… -
Estuvo callado apenas un instante. Yo ya no quería decir nada. Estaba tan sobresaltada.-
Ruth, no tengas miedo.
Me agarró
y me susurró: -Cierra los ojos, y no los abras. – Escuché sus pasos, y lo sentí
delante de mí, por un momento quise abrir los ojos, pero aguanté. Entonces, me
abrazó. Me sentí tan frágil. Por un instante me sentí protegida. Fue un abrazo
cálido. Todo el pavor se había esfumado. El silencio ya no era tan tenebroso.
Sus latidos se compaginaron con los míos. Después de tanto tiempo, me sentí
bien, a pesar de no ser libre, me sentí querida, y me agradaba. Se apartó
despacio, y con su mano me tapó los ojos, para que siguiese sin abrirlos. Entonces
hablé:
-
¿Cuándo podré verte? ¿Cuándo podré acerté preguntas
y obtener respuestas? Al menos, me gustaría conocer tu nombre, por favor.
-
Pronto Ruth, todo a su tiempo, no tengas prisa, nos
queda mucho tiempo por delante. Hoy solo conocerás mi nombre. Matt.
Pude
escuchar cómo se alejaba, como se abría la puerta, pude notar frío. Se había
ido. Matt. Bonito nombre. Tenía claro que se trataba de un chico de mi edad. Audaz.
Que inspiraba confianza. Y se notaba que la cordura no era lo que le faltaba. Y
que a pesar de todo, él también tenía miedo.
Esa noche
ya no pude dormir. Me dejó sobresaltada. Con más preguntas en mi mente de las
que me estaba formulando estos días.
Tiene que
existir algún lazo entre él y yo. ¿Por qué ambos estamos aquí? ¿Por qué no nos
dejan encontrarnos? ¿Qué nos une?
Todas y
cada una de las posibles respuestas se relacionan con John. Por su culpa los
dos estamos aquí, y tiene que haber alguien ahí fuera que John existe.
Observo
la luna, allí, a lo alto. Y joder, como brilla, rodeada de estrellas que son lo
contrario a mí, que desde que llegué aquí dejé de brillar, pero sigo viva, y
ellas brillan estando muertas.
Interrogantes
en mi cabeza. Quería ya volver a escuchar a Matt. Poder verle.
Me gustaría
saber cómo consiguió entrar en la sala de los médicos. Su abrazó me dio
fuerzas. Fuerzas que a veces me faltan para salir de aquí. Ahora sabía que no
estaba sola. Y quizás con su ayuda lograse salir de aquí.
Comenzó a
salir el sol. Los pájaros no dejan de cantar. Se escuchan movimientos por el
recinto. Hora del desayuno.
No llega
a nadie a traerme el mío.
¡Qué
extraño!
Me asomo
a la puerta y veo a un médico nuevo acercándose.
¡Doble
asombro!
¿Comienza
mi suerte a cambiar?
Su rostro no inspira ninguna confianza. Seriedad. Mirada intimidante. Me aparto de la puerta. La abre de golpe.
Tan
pronto entra me advierte:
-
No quiero oírte, desequilibrada mental. A partir de
ahora tendrás una nueva dosis de pastillas. Tus horas por el pasillo serán
reducidas.
Quedo
asombrada. Mi suerte cambió.
Escuchó
un grito, era Matt:
-
¡QUIERO VERLA! HIJOS DE PUTA, NO ESTOY LOCO,
VOSOTROS SOIS LOS DESEQUILIBRADOS.
Empujé al médico con todas mis fuerzas, y eché a
correr. Quería ir a junto de Matt. Me escapé y grité:
-
¡CABRONES! NO DEBERÍA ESTAR PERMITIDO LO QUE HACÉIS. DEJADME VERLE, NECESITO RELACIONARME.
Vinieron varios médicos. Me agarraron de los
brazos, me hacían daño. Me inyectaron un calmante. Me quedé dormida…
No hay comentarios:
Publicar un comentario