jueves, 25 de diciembre de 2014

— Capítulo 12; ESPECIAL NAVIDAD —

Eder llegó alterado aquella tarde, yo estaba tirada en cama disimulando que no me había enterado de nada. Noté su respiración acelerada por las escaleras, sus pisotones firmes y rápidos, en cualquier instante abriría la puerta.
Pero no fue así, aquel pomo no se movía, la puerta no se abrió.
¿Qué estaría sucediendo? ¿Por qué tardaba tanto Eder en entrar mi habitación? ¿A qué esperaba? Yo le escuchaba al otro lado de la puerta. Notaba su silueta ahí detrás, su presencia, y es que su respiración acelerada le delataba.
Me dispuse a levantarme de cama, me asomé a la ventana. Aquella chica, cuyo nombre ahora ya conocía, Elizabeth, estaba en la acera de en frente, aquella chica sabía algo. Por un instante casi me ve, casi cruzamos miradas pero, me agaché con la esperanza de que no llegase a reparar en mí, aunque si bien lo pienso a lo mejor ella venía a ayudarme, a sacarme de aquí. No sé. No sé si me vio, si me distinguió entre las sombras. Hice que se corriera la cortina. Fui a gatas hasta la puerta, me senté contra ella, me sentía como una niña pequeña jugando al escondite. Me puse de pie, y entonces abrí la puerta y Eder chocó contra mí, ambos nos habíamos decidido a abrir la puerta al mismo tiempo, casualidades.
-          Ruth, ¿han llamado a la puerta esta tarde? — no sabía si decir la verdad o si mentir y hacerme la loca, cosa que ya estaba. Estuve callado un buen rato, viendo como en su mirada se mostraba preocupación y miedo.
-          ¡RUTH! — Me agarró por los brazos y me dio un par de meneos para que reaccionase y le respondiese. Y sin pensar dije.
-          No sé, llevo un par de horas durmiendo. — era una mentira piadosa, quizás colaba, quizás no, al fin y al cabo, ahora me notaba tan desorientada como cuando duermo una siesta.
-          Ha venido una chica. — no me esperaba más conversación, y menos que me dijese eso. — mi ex. No quiero que le abras, ni quiero que sepa que estás aquí, no quiero que nadie sepa que estás aquí. Nadie. O volverás de dónde has vuelto, y no haré nada por sacarte de allí. De hecho, nadie sabe que fui yo quién te sacó de allí.
-          Eder, tengo muchas preguntas. Necesito saber respuestas, necesito pedirte favores, necesito…
-          Lo sé, pero poco a poco. Haz tus preguntas, yo veré cuales son las oportunas, a cuales te responderé y a cuales tendrás que seguir esperando su respuesta. Y favores, depende.
-          Quiero chocolate. Quiero ropa nueva. Y libros. Eso sé que me lo puedes dar. Y mi primera pregunta es simple, quisiera saber a qué día estamos, las calles están preciosas. — esbozó una sonrisa. Pero no dijo nada.
Se giró. Bajó las escaleras, escuché como abrió la puerta principal, y se cerró de un golpe al instante. Pero, ¿qué pasó? Solo había preguntado qué día era hoy, y pedido cosas como un niño pequeño a su madre. No sabía si correr detrás de él, si quedarme allí… Y allí plantada me quedé, aunque no mucho tiempo, no tardó mucho en regresar a casa, y desde la planta de abajo gritó mi nombre. Bajé corriendo. Sabía que estábamos en invierno, pues las calles estaban cubiertas de nieve y además que estábamos en la época más especial del año, navidad, pues las luces decoraban cada rincón. Eder trajo un árbol en una mano y en la otra una bolsa a rebosar de adornos.
-          No sabía si te gusta esta época, quise volver antes, y poder decorar la casa con tiempo. Hoy… Hoy es Nochebuena  Ruth. Y todo lo que me has pedido lo tendrás mañana bajo el árbol.
Eder a veces me asustaba, y otras, otras parecía que me cuidaba como un hermano mayor, como si fuese alguien muy importante.
-          ¿Quieres ayudarme con esto o te vas a quedar ahí, observando la situación?
Nos pusimos a montar el árbol, a decorarlo, a decorar la casa. Al fin, al fin sabía a qué día me encontraba. Después de tanto tiempo. Pero no sé si alegrarme por ello o no, ya que anteriormente esta época era muy importante para mí, pero ahora, ahora no están, y…lágrimas se escaparon por mis mejillas y me escapé al baño para que Eder no se percatase.
Encerrada en el baño me vi en frente al espejo, y me vino a la mente a esa niña pequeña, que era feliz cuando llegaba Papá Noel, a esa niña pequeña que hacía sus propios regalos para la familia. Y joder, de esa niña no queda nada, absolutamente nada, ni familia… Abrí los ojos y vi que ya no era yo, que desde que estuve en el psiquiátrico había adelgazado, mi pelo negro había perdido brillo, intensidad, volumen. Que mis ojos verdes estaban hundidos en unas inmensas ojeras de mil noches sin dormir. Lágrimas seguían corriendo por mis mejillas, sin cesar. Me lavé la cara, me senté en el suelo, no podía seguir observándome. De nuevo cerré los ojos. Y ahora, ahora solo veía a mi hermana, con su sonrisa tan brillante, con sus ojitos de niña inocente, corriendo a abrazarme; a mi padre, de brazos cruzados pero con esa sonrisa que insinuaba que todo iba bien; y a mi madre, a mi madre abrazándome por la espalda, besándome una oreja y susurrándome que Papá Noel no tardaría en venir.
¡Toc,toc!
-          Ruth, ¿estás bien? Llevas ahí demasiado tiempo.
-          Sí…— mentí, intentando disimular la voz llorosa.
-          Tengo que salir, estaré de vuelta para la cena. No prepares nada, ¿entendido?
-          Vale…
¿Sería Eder mi única familia? Salí del baño antes de que se fuese, ya estaba abajo, y yo desde las escaleras, sin bajar apenas dos peldaños le hablé.
-          Tengo otra pregunta. — No sabía muy bien cómo formularla, pero sin pensar le dije— ¿Y Matt, no podrías sacarle de allí también?
Su rostro cambió, su mirada se volvió oscura. Sus cejas se arquearon. Solo mostraba enojo.
Hubo un largo silencio, hasta que de repente comenzaron a sonar sirenas, las cuales se aproximaron a casa demasiado rápido, yo iba a bajar las escaleras, él se aceleró.
-          Ruth, escóndete.
Vehículos de policía frenaron en la entrada, la puerta se abrió de una patada. Policías gritaban. Me iba a esconder, pero entonces, de tanto sobresalto me falló un pie, me torcí el tobillo y me caí por las escaleras. Solo pude ver como arrestaban a Eder. Mi Nochebuena se convertía en un mayor desastre. Quizás después de esto me encontraría de nuevo en el manicomio.

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