miércoles, 1 de abril de 2015

— Capítulo 19 —

Después de haberles dicho eso se quedaron perplejas, sus caras mostraban una gran incertidumbre. Podía observar como un gran interrogante les asomaba por sus cabezas.
Antes de que me preguntasen nada, proseguí:
-          No quiero preguntas, sólo quiero que hagáis eso, y luego os explicaré con más detalle quién es Matt. – Aunque realmente ni yo sabía muy bien quién era, pero así sabía que ambas quedaban más tranquilas.
-          De acuerdo Ruth, intentaremos encontrar a Matt, mañana iremos por allí, pero, ¿tú no quieres venir con nosotras? – Preguntó Eli.
-          No, de momento no, quizás me puedan reconocer, y me arriesgaría a terminar allí de nuevo. Lo mejor es que le encontréis, y así podamos obtener información poco a poco.
-          Tienes razón, mejor no ponerte en peligro, que te queremos en casa. – Dijo Cristie.
La conversación se acabó allí mismo. Yo ya estaba impaciente porque llegase el día de mañana y por saber si lograban hablar con Matt.
La tarde fue pasando, sacamos a Chester las tres juntas, dimos un largo paseo, tan largo que casi nos pilla la noche.
Me fueron enseñando los alrededores, todo era muy bonito. Pasamos por un colegio, los niños ya  habían empezado sus clases, se les veían contentos al salir, algunos se nos acercaban a acariciar al perro. Me encantaba ver a los niños felices, entusiasmados. Se notaba que aún eran pequeños e inocentes,  que en sus cabecitas no rondaban los problemas que van apareciendo a medida que creces. Se notaba que aún era el primer día de clase, y muchos llevaban sus regalos de los Reyes Magos para enseñarlos a sus amigos, y presumir de ellos. “Ojalá volver a ser pequeña”, pensé, o quizás susurré.
-          ¿Verdad? Volver a ser pequeños, siempre se quiere ser pequeño cuando uno es mayor, y ser mayor cuando somos pequeños, porque realmente no sabemos lo que es ser mayor cuando somos pequeños, y cuando ya somos mayores y lo comprendemos solo queremos volver atrás y quedarnos ahí, sin problemas, sin errores, sin dificultades, pequeños e inocentes, felices con poco, llenos de vida. ¡Qué bonito sería volver a disfrutar esa etapa! – Afirmaba Cristie, emocionada al ver a tanto pequeño y seguramente imaginando su infancia.
-          Sí, Cristie, ojalá. Ojalá ser pequeña y no saber nada, no crecer, no llegar a un punto en el que te faltan las personas que más quieres. Y es que crecemos queriendo ser mayores, y luego, luego nos echamos las manos a la cabeza por no aprovechar realmente la infancia.
-          Triste pero cierto, chicas. Pero así es la vida, uno nace para crecer, para vivir, y para morir. Y no hay que pensar en lo que no va a volver, sino en lo que se tiene día a día. Eso es lo importante.
Las tres esbozamos una sonrisa. Los niños ya se habían cansado de achuchar al perro, las madres los llamaban para marcharse a casa a merendar, todos se habían ido, todos menos uno. Seguía a nuestro lado, observándonos.
-          Hola pequeño, ¿y tu mami? ¿No viene a recogerte? – el niño se quedó callado, cabizbajo. No respondía – No te puedes quedar aquí solo, ¿te acompañamos a casa?
-          Estoy esperando a mi hermanito mayor. – dijo con voz temblorosa.- pero no sé dónde está, tarda mucho…
-          ¿Cuántos añitos tienes?- le preguntó Eli.
-          Tengo 8.
-          ¿Quieres que esperemos contigo un poquito a ver si viene tu hermano a recogerte? – le pregunté sin dudarlo, no quería dejar que aquel niño se quedase allí solo.
-          Vale… - parecía más tranquilo.
-          Bueno, ¿y cómo te llamas pequeñín?
-          Arthur Junior. – Cuando dijo ese nombre me acordé de mi gran amigo y mi gran amor de instituto, que también se llamaba Arthur.
-          Qué nombre tan bonito. – sonrío tímidamente. - ¿Te gusta el perro, Arthur?
-          Sí, es un pitbull muy bonito, a mi hermano le encantan los pitbull. Cuando lo vea se va a alegrar. – se me aceleró el corazón cuando dijo que a su hermano le gustaban los pitbull, al Arthur que yo conocía le apasionaban los pitbulls.
Estuvimos más de 15 minutos esperando, dando vueltas por el alrededor del colegio con Arthur Junior, le dejamos que llevase él a Chester, estaba muy emocionado. A medida que paseábamos se veía más tranquilo. Yo tenía curiosidad por conocer a su hermano, quizás me estaba ilusionando tontamente, pero algo me decía que aquel chico podría ser el mismo que yo conocía. De repente el pequeño gritó:
-          ¡Arthur! ¡Arthur! ¡¡¡MIIIIIRAAA!!! Estoy paseando tu perro favorito. – cuando dijo eso empecé a buscar con mi mirada a Arthur, estaba segura de que tenía que ser él.
-          A. Junior, ¿qué haces? – se acercaba corriendo hacia el pequeño. – devuelve el perro ahora mismo. – parecía avergonzado, pero a la vez le brillaban los ojos al ver al perro.
-          ¡ARTHUR! ¿Mi Arthur? – no dudé en gritar, en preguntarle, era él.
-          ¡RUTH! Joder, Ruth, ¿estás bien? Te he echado tanto de menos, he intentado localizarte, he intentado encontrarte, saber en qué manicomio te habían encerrado, pero mis padres no quisieron ayudarme y me cerraban las puertas en cada manicomio que iba. ¿Cómo has salido? Me alegro tanto de volver a verte. Y joder, tienes a mi perro, vuelves y ya te estoy odiando, eh. Ay, ¡ven aquí! – Me abrazó tan fuerte, me sentí tan feliz. Lloré de la emoción.
-          Es una larga historia, ya no reconocía a tu hermanito, ha crecido tanto desde la última vez. Deberíamos quedar un día de estos, así te explico todo.
Las chicas estaban alucinando ante la situación, estaban observándonos con una sonrisa un tanto picarona. Y el pequeño estaba allí, sonriendo.
-          Parejita, se nos va a hacer de noche, que aún es invierno, y oscurece muy deprisa. – soltó Cristie, para que nos diésemos prisa. – Dale tu número al chico y que te llame en otro momento, que sino…
-          Sí, será lo mejor, ¿tienes un papel para anotarlo?
-          Tengo yo, Ruth, toma. – me ofreció Arthur Junior.
Apunté el teléfono, se lo di. Quedó en llamarme al día siguiente. Nos despedimos. Cuando ya nos íbamos me dijo de nuevo:
-          Me alegro volver a verte, en serio, necesitaba saber qué era de ti, que estabas bien.
Mi corazón se aceleró una vez más, estaba igual de guapo. Con sus ojos verdes, su pelo brillante. Alto y delgado. Ahora que lo volví a ver me daba cuenta de que nunca había dejado de quererle.
-          Vamos tonta, que estás enamorada, eh. Como te brillan los ojitos. – me dio un codazo Eli, se reían ella y la madre. – No te pongas colorada, mujer, es guapo el chico.
-          No seáis malas. Al llegar a casa os cuento quién es, os cuento todo sobre él.
-          Pues venga, estamos impacientes por escuchar una historia de amor, después de tantas malas noticias.
Las tres nos echamos a reír, caminamos hasta casa. Llegamos agotadas.
Nos sentamos en el sofá, y comenzó a sonar el teléfono de Eli.
-          ¿Peter? Me está llamando mi abogado, eso no es bueno…
-          Pero calla y coge. – Le ordené.
-          Dime Peter…
-          Eli… - tardó en hablar.
-          Dime, no te quedes callado, ¿ha pasado algo?

-          Sí…, por suerte todo está en orden, pero…

lunes, 30 de marzo de 2015

— Capítulo 18 —

Esperé unos segundos, seguía escuchando una respiración entrecortada al otro lado del teléfono. Me desesperaba.
-          Oye, estoy escuchando cómo respiras, responde.
-          Sácame de…… *piii, piii, piiii* - la llamada se cortó, pude escuchar gritos mientras esa persona me hablaba.
Dejé el teléfono dónde estaba, ni reparé en ver el número ni nada, en ese momento no le di importancia, lo que me importaba era terminar el baño que estaba teniendo. Y así fue, subí, fui al cuarto de baño y me metí de nuevo en la bañera.
Desconecté de todo. Dejé que pasara el tiempo, los segundos, los minutos, e incluso dejaría pasar las horas. Estaba tan relajada, tranquila.  De repente, escuché ladrar, Cristie y el perro estaban en casa. Me aclaré el pelo, me quité la espuma, me enrosqué nuevamente en la toalla y di una voz:
-          Cristie, estoy arriba, me visto y me reúno contigo en un instante.
-          Vale, no tengas prisa, he comprado un par de cosas, voy a colocarlas en su sitio.
 Apenas tardé en vestirme, me sentía nueva. Y una vez más comenzó a sonar el teléfono mientras yo bajaba las escaleras, fui corriendo antes de que colgasen. Esta vez llegué a tiempo, esta vez hubo respuesta,  de hecho no pude ni preguntar quién era, ya empezó ella la conversación.
-          ¡Ruth! Tengo buenas noticias, lo hemos conseguido: EDER ESTÁ EN LA CÁRCEL. – estaba eufórica, me sorprendí a la vez que me alegré. – Todo ha salido como preveía Peter, mi abogado, le han condenado a 3 años de cárcel. Ahora podremos estar tranquilas. Ruth, ¡¿estás ahí?
-          Sí, joder, menos mal, me alivia bastante escuchar eso Eli, estabas tan emocionada, que no me has dejado pronunciar palabra…
-          Ay, es que estoy tan orgullosa de conseguir que ese cabrón esté donde se lo merece.
-          ¿Tardarás mucho?
-          No, sobre media hora y me tenéis ahí.
-          Vale, pues vamos a hacer la comida, luego hablamos, tengo cosas que contarte, hasta luego.
-          ¿Cosas? ¿Qué cosas?
-          Cuando llegues, ven con calma, hasta luego.
-          Pero… - No le di tiempo a que hiciese más preguntas, le colgué.
Fui para la cocina, allí estaba la madre, con todo preparado para hacer la comida, ya había empezado a picar las verduras.
-          Voy a preparar espaguetis, ¿te apetece? A Eli le encanta, y seguro que vendrá con hambre, a ver si no se demora mucho.
-          Sí, te ayudo a prepararlos, a mí también me encantan. Justamente me acaba de llamar, tardará sobre 30 minutos…
-          ¿Y cómo acabó la cosa? – me interrumpió.
-          Eso te iba a comentar, 3 años en la cárcel tendrá que pasar Eder. – su rostro mostró alegría.
-          Es lo mínimo que se merece. ¿Le contaste lo que te ha pasado?
-          Aún no, le dije que hablaríamos cuando llegase a casa. – ya no dijo nada, asintió y sonrió.
Nos pusimos a hacer la comida, cuando estábamos terminando, apareció Eli, feliz, alegre. Le dije que después de comer le explicaría lo que había pasado, y que no había que preocuparse, pues por suerte, Eder había terminado en la cárcel, y eso era lo importante.
La comida estaba deliciosa. Cristie nos hizo evadirnos del tema de Eder, hablando de Chester y de los paseos de esta mañana. Al acabar de comer, recogimos y nos fuimos para el salón. Yo cogí el paquete con las fotos, cuando Eli me vio con eso en la mano se sorprendió. Le pedí ayuda a la madre, pues me iba a resultar algo complicado tener que contar la historia de nuevo. Entre las dos se la fuimos contando, le leí la nota. Su rostro se tornaba a pálido por momentos. Se sorprendía, quería hablar, pero no le dejamos gesticular palabra alguna. Y al final de todo, dejé que Cristie explicase lo de las fotos, lo de mi familia, lo del asesinato, lo de mi época en el manicomio, y que no podíamos ir con el paquete a la policía por lo que me pasaría a mí.
Eli, al final, directamente no le salían palabras. Tenía los ojos llorosos, estaba a punto de echarse a llorar con mi historia, y yo… Yo ya había soltado alguna que otra lágrima. Estaba sujetando el paquete con todas mis fuerzas, dentro estaban las fotos. Eli me abrazó, y entonces dijo:
-          Tranquila, tonta, esta es tu nueva familia, y nunca volverás a ese lugar, estás a salvo con nosotras. – le sonreí con lágrimas en los ojos, pero no dije nada. - ¿Quieres que veamos las fotos? – asentí.
Cogí el montón de fotos y empecé a verlas, cada una más fuerte que la anterior. Sentía como si me clavasen puñales por todo mi cuerpo. Las lágrimas no cesaban. Sentía frío, dolor, miedo, rabia, impotencia y odio. Mucho odio.
Allí estaba mi familia, asesinada, asesinada por un cabrón que supuestamente Eder dice conocer. Un cabrón cuyo nombre es John. Lo que más me dolió, fue verme en una foto, junto a mi hermana, y con una pistola a mi lado, llena de sangre.
-          ¡Maldita sea! ¿Por qué me ha arrebatado a mi familia de esta manera? ¿Por qué ha hecho que las culpas cayesen sobre mí? ¿Por qué no me disparó como les hizo a ellos? ¡Joder, joder! No puedo entender cómo existe alguien así, y qué motivos existen para realizar tal cosa.
-          Tranquila, quizás debamos buscar pistas, quizás debamos investigar el caso por nuestra cuenta… Pero no te machaques a ti misma diciendo eso, diciendo que deberías estar muerta como ellos. Si tú estás viva, si a ti te dejó viva, algún motivo debía de tener.
-          ¿Pero cómo vamos a investigar este caso, Eli? Si ya está cerrado, si ya han pasado unos años y la supuesta asesina fui yo…
-          Ya, pero sabemos que tú no has sido. Y sabemos que Eder pinta algo en esta historia. Asique, debemos intentar hilar tanto hilo. Aunque suene imposible, nada lo es.
Hubo un pequeño silencio, las tres nos observábamos… Y esta vez, quién rompió el silencio fue Chester, se escuchaban sus ladridos desde el jardín. Nos echamos a reír, e intenté animarme.
-          Chester impaciente por otro paseo.
-          Cierto, pero ahora se va a esperar, la pequeña de la casa es quien más apoyo necesita. – con las palabras de Cristie me sentí tan importante, tan querida.
-          Tengo algo más que contaros… A las dos…
Ambas se sorprendieron.
-          Cuando Cris se fue a pasear a Chester, antes de hacer la comida, yo me quedé para darme un baño, entonces alguien llamó por teléfono, no sé quién sería. Quizás Eder… Pero no sé… Sonó muchas veces antes de que lo pudiese coger, y cuando al fin llegué a descolgar, sólo escuchaba una respiración entrecortada, le dije que hablase, y entonces escuché como unos gritos al fondo y a él, que empezó una frase y se cortó la llamada, solo pudo decir “sácame de…”. Su voz no era como la de Eder, era una voz más leve, más frágil, de un chico más joven, de mi edad podría afirmar, pero no entiendo quién podría ser…
-          A ver, veamos de donde llamaba… - dijo Cristie.
-          Oh, es un teléfono fijo, a ver, voy a devolver la llamada… - dijo la hija, mientras pulsaba el botón verde.
Eli puso el teléfono en manos libres. Aún tardaron en responder, pero cuando lo hicieron nos asombramos. Aquella voz no era la misma que la que me había llamado anteriormente, era una chica:
-          Buenas tardes, hospital psiquiátrico, ¿en qué puedo servirle? – le hice una señal a Eli para que colgase antes de que dijese nada.
-          Ups, perdone, me he equivocado de número, disculpe las molestias. – colgó inmediatamente.
Ya sé quién podría haber sido aquella persona, Matt, ¿cómo habría logrado encontrar el teléfono de donde yo vivía? ¿Estaría en peligro? Sin explicarles nada, les dije:

-          Tenéis que ir a ese manicomio y conseguir visitar a Matt. Si lo conseguís, preguntadle por Ruth, si sabe quién soy, si me ha intentado llamar, pero que nadie os controle. En ese manicomio nada es normal, y los médicos son unos cabrones, no ayudan a sus pacientes, los destruyen…

jueves, 26 de marzo de 2015

— Capítulo 17 —

[Jueves 8, enero]

*Din, don*
Una vez más sonaba aquel timbre… Ahora debería ser Cristie…

Ya no quería ni asomarme a ver quién era, asique abrí sin dudarlo, las manos aún me temblaban, y seguro que no tenía buen aspecto.
-          ¿Es usted Erika Clark Gray? Soy el agente Paul, he recibido una llamada anónima asegurando que un hombre ha estado aquí amenazándola, ¿es eso cierto? ¿Está usted bien? ¿Por qué no ha llamado a la policía?
No sabía ni qué responder a tal interrogatorio de preguntas… Decidí mentir piadosamente.
-          Señor agente, sí, soy Erika, pero puede estar tranquilo, ha venido aquí alguien, pero se ha ido, yo directamente no le he abierto la puerta, y esa persona hoy mismo acabará en la cárcel. No quise avisar a la policía por ese mismo motivo, pues, quien vino aquí era Eder, cuyos apellidos no conozco, pero es el ex-marido de mi hermana, con el cual tiene un juicio en estos momentos.
-          Ha hecho mal, pudo avisar a la policía, sería la mejor opción, además de una prueba a su favor para que termine en la cárcel como usted opina.
-          Lo sé, lo siento, tiene usted razón, pero me sentía indefensa y algo asustada, en ese momento no supe que hacer.
-          Bueno, entonces, ¿ahora está bien?
-          Sí, agente Paul. Muchas gracias por su atención.
-          En caso de que vuelva a suceder algo similar, no dude un instante en avisarnos, es nuestro deber proteger a las personas como usted. Que tenga buena mañana.
-          Vale, gracias de nuevo.
El agente se dio media vuelta y se marchó, yo me quedé allí, parada, observando cómo se iba, cuando me disponía a cerrar la puerta y entrar en casa vi que llegaba Cristie con el perro. Sonreí, ya empezaba a sentirme más aliviada al saber que ahora estaría ella en casa.
-          Ruth, perdón por haber tardado tanto, llegué temprano, y fui a pasear al grandullón. ¡Chester, para, Chester, calma! Es muy juguetón, y no se cansa nunca. Chester, mira a Erika, la nueva de la familia, corre.
Era demasiado bonito, era blanco y gris, con una pinta más oscura en el ojo, era divino. Lo soltó y echó a correr hacia mí, pensé que me iba a tirar, era grande, pero no, vino a lamerme la mano, le acaricié, le abracé, era tan bonito.
-          ¡Qué bonito es! Ay, Chester, ¿quién es el más mono? ¿Y el más bonito? ¡Tú! – Parecía una niña pequeña dándole cariños al perro, pero me encantó. – Y no pasa nada Cristie, normal que fueras a pasearlo, sino a ver quién le agota las fuerzas a este.
-          ¿Cómo estás? He visto a un agente irse hace nada, ¿se iba de aquí?
-          Sí… Ven, entremos que tengo que contarte, he tenido una mañana que me ha dejado agotada…
La madre de Eli era muy cariñosa, a ella había salido, pues entramos y lo primero que hizo fue darme un gran abrazo.
-          Cristie, ¿has desayunado ya? Aún queda café, si quieres caliento para las dos. – Sería mi tercer café esa mañana, pero lo necesitaba.
-          Sí, gracias, lo que me voy a hacer mejor es un zumo, ¿aún os quedan naranjas?
-          Sí… Vayamos a la cocina y así te empiezo a explicar lo sucedido.   
Cuando llegamos a la cocina se quedó sorprendida al ver un paquete encima de la mesa, lo cogí, y suspiré… Le conté todo lo que había pasado. Ella se sorprendió y me dijo que estuviese tranquila, que debería haber llamado a la policía, pero que no pasaba nada.
-          Y el paquete, ¿qué es? ¿Ya lo has abierto?
-          Aún no, no sabía si abrirlo yo, o si esperar a que llegases… No tuve el coraje para hacerlo…
-          No sé cómo ese sinvergüenza tuvo la valentía de presentarse aquí, y con eses modelas, que rabia. Te diré una cosa, ese hombre nunca me ha gustado para mi hija. Siempre estaba en otro mundo paralelo a este, no era una persona normal, no era detallista, estaba con Eli, pero parecía un hombre solitario. No sé cómo podía ser policía. Además, tenía una mirada de asesino, de ser vengativo, asustaba… - Yo la escuchaba con mucho interés y asentía. - Bueno, dejo de hablar de él, y vamos a lo que vamos. Si quieres lo abrimos ahora, o si quieres aún podemos esperar por Eli, como sea mejor para ti, pequeña.
-          No, prefiero abrirlo ya, me mata la curiosidad, aunque me gustaría que estuviese aquí ella, pero no sabemos cuándo llegará. – Cris asintió con la cabeza.
Cogí el paquete, me temblaban las manos, estaba un poco asustada, ¿qué habría en él? Empecé a romper el papel de envoltorio, Chester comenzó a ladrar con el ruido.
-          Tranquila Erika, sino puedes abrirlo, lo dejamos.
-          No, necesito saber qué me ha dado ese cabrón.
Estaba completamente decidida, necesitaba saber qué se escondía en ese paquete, qué era lo que Eder tenía para mí. Todas sus palabras me habían dejado perpleja, asustada, pero era hora de saber qué era aquello.  No tardé mucho más en abrirlo, eran fotos, muchas fotos…
-          ¿Un asesinato? – Se sorprendió Cristie mientras veía una de las fotos.
Yo cogí una nota que venía entre las fotos… No me atreví a verlas después de la pregunta que ella había formulado.
-          Escucha Cristie, voy a leer la nota. – ella dejó las fotos sobre la mesa y se acomodó para escucharme atentamente.
Aquella nota era simple, decía:
“Querida zorra, Ruth, sé quién ha matado a tu familia. Si no me ayudas a salir de la cárcel, yo me mismo me desharé de ti. Apenas me conoces, pero yo he sido quién te sacó de aquel manicomio, tenlo en cuenta. Te dejo estas fotos para que disfrutes con la muerte de tu familia, y para que vayas imaginando la tuya si no consigues sacarme de la cárcel. Ten claro que si consigo huir, iré a por ti, y disfrutaré con tu cuerpo antes de asesinarte.”
Me desplomé en la silla, noté como si el mundo se me cayese a mis pies, escalofríos me recorrieron el cuerpo.
Recordé todo. Absolutamente todo. Y rompí a llorar. No quise ni ver las fotos, aquella nota me hizo revivir el momento de la muerte de mis padres y mi hermana pequeña, me hizo recordar mi instancia en aquel horrible manicomio, me hizo recordar todos los días en esta casa con Eder, me hizo recordar también a Matt, aquel chico que algo sabía de mí, pero que no pude volver a encontrarme con él, porque Eder me trajo aquí. Recordé demasiado, y no sabía ni cómo me encontraba… Aturdida. Me había encontrado, pero no dejaba de estar tan perdida. En parte, esa nota tenía razón, él tenía razón, él me salvó de aquel manicomio, pero el por qué aún no lo sé.
-          Erika, por favor, sé fuerte. Lo mejor es llevar esto a la policía…
-          No, no, no. No podemos llevar esto a la policía, de esa forma volveré a ese jodido manicomio… En parte, Eder me ha salvado, él fue quien me quitó de allí, pero también es él quién me puede hacer regresar allí de nuevo, y no quiero, no podría volver a estar encerrada en cuatro paredes, drogada con las pastillas que me hacen dormir, que me hacen estar atontada… Cristie, por favor, esto será un secreto, esto no puede salir de aquí…
-          De acuerdo, tienes razón, ahora eres alguien muy importante para mi hija, y como otra hija para mí, asique, haremos lo que sea para que estés a salvo y no tengas que regresar al manicomio.
Hubo una pequeña pausa. Yo veía para las fotos que estaban esparcidas en la mesa, pero no las miraba con atención.
-          ¿Has visto las fotos? Son un poco dolorosas, y te van a impactar…
-          No quiero verlas, hoy no, al menos por ahora. Guárdalas, por favor, quizás cuando llegue Eli tenga más fuerzas para mirarlas con ella. Si quieres, puedes mirarlas tú todas.
-          No, he visto un par de ellas, y ya ha sido suficiente.
Era casi mediodía, casi las 12, el tiempo se había escapado, había volado. Eli aún no había llegado, no había llamado. Y yo estaba muy impaciente por saber qué había pasado. La verdad, tenía miedo de que Eder lograse escapar, y no entrase a la cárcel. Tenía miedo de que cumpliese las palabras que escribió en aquella nota.
-          Voy a salir con Chester de nuevo, ¿quieres venir?
-          No, necesito una ducha relajante.
-          De acuerdo, no tardaré mucho, así empezamos a preparar la comida, seguro que para entonces estará al llegar Eli.
Ella se acercó a la puerta, voceo un “hasta luego”, yo le respondí con otro, subí las escaleras, y escuché como cerraba la puerta.
Me metí en la habitación, al final estaba la cama deshecha aún, la hice. Abrí el armario y cogí otra ropa, me fui al baño y empecé a llenar la bañera, me quité la ropa, me metí en ella, y me dejé estar allí bastante tiempo, ¡qué bien se estaba! Me estaba olvidando de todo, estaba alcanzando un mundo aparte, un mundo sin problemas, un mundo con quien me importaba cerca…
Pero todo lo bueno se acaba, y aquel baño tan relajante de terminó cuando empezó a sonar el teléfono.
*Riiiing, riiiiin, riiing…*
Pensé que si fuese muy importante llamarían más de una vez, y así fue más de una y de dos también. Tuve que salir de la bañera llena de espuma y envolverme en una toalla, salir corriendo y bajar al salón. No me dio tiempo a coger, pero no tardó en sonar. Mis pensamientos se imaginaban lo peor, pues que hubiese sonado tantas veces el teléfono no traería buenas noticias.
*Riiiiing*
Y ahí estaba sonando de nuevo. El primer tono, y ya cogí.
-          ¿Quién?

Nadie respondía. Una respiración intensa era lo único que se escuchaba.

martes, 17 de febrero de 2015

— Capítulo 16 —

[Domingo 4 de enero: 2:12 a.m.]

-          John. John. John. ¡HAS SIDO TÚ! ―me desperté completamente alterada, una pesadilla. Sudaba en frío. Pero mi temperatura corporal rozaba la fiebre. Eli se había despertado también.
-          Ruth, ¿quién es John? Tranquila, que todo ha sido una pesadilla. Iré a por un vaso de agua.
No pude ni decirle nada. Vi para ella atemorizada. Estaba temblando, no dejé que se fuese a por el vaso de agua. Le abracé. Necesitaba saber que estaba bien. Pasaron unos minutos y entonces la solté, y le hice un gesto para que fuese a por el agua. Yo me fui al baño, y me lavé la cara con agua fría.
Estaba pálida. Y las manos no dejaban de temblarme.
Eli no tardó en subir, la escuchaba por las escaleras. Mientras me asomé por la ventana, y vi el cielo. Me salió un suspiro intenso del alma. Algo se accionó en mi interior. Algo me decía que mi familia estaba ahí, ahí arriba, y que ahora solo tenía conmigo a Elizabeth. Lágrimas se escaparon por mis mejillas cuando entraba Eli por la puerta.
-          ¿Estás mejor? Ten, bebe un poco, sino eres capaz de dormir, te haré compañía despierta.
-          Gracias, en serio, gracias por meter en tu casa a una desconocida. Por acogerme como una hermana y por cuidarme de tal forma.
-          No es necesario que me las des. Suelen decirme que tengo un corazón muy grande, y lo comparto con quien lo necesita. Y esta vez, tú lo necesitas.
Le di un sorbo al vaso de agua, me sentó genial. Hubo un silencio, pero esta vez fui yo quien lo rompió.
-          No logro recordar la pesadilla. Solo recuerdo sombras, gritos. E incluso podría decir que disparos.
-          Quizás tengas las pesadillas tan borrosas como tu pasado.
-          Posiblemente sea eso.
-          Has dicho un nombre, ¿eso lo recuerdas?
-          No…―me sentí impotente, parecía inútil, no recordaba mi pasado, no recordaba las pesadillas, no recordaba nada.
-          John. Justo antes de que despertases estabas gritando “John, John, ¡has sido tú!”
-          No consigo recordar nada. Ese nombre no me dice nada. Me siento tan frustrada, siento que llevo mucho tiempo así, perdida, perdida en esta vida sin saber absolutamente nada, sin avanzar, estancada en una puerta que no consigo abrir. Siento rabia, e impotencia de no saber quién soy realmente. No saber por qué nos cruzamos y de tal manera, me siento…
-          Ruth, por favor, ten esperanza y paciencia. Sé que no lo estás pasando bien, y a pesar de no ser mi hermana de sangre, no me gusta verte así. Pero tranquila, conseguirás recordar y lo conseguiremos las dos.
Agaché la cabeza. Bostecé.
-          Menos mal que me has brindado tu hogar y tu amistad, porque si no, no sabría qué sería de mí…
-          Necesitas dormir, se te nota cansada.
-          Sí, estoy agotada.
-          Pues descansemos.
Otra pesadilla rondó mi cabeza esa noche, pero no fue tan intensa como la otra, me desperté sin gritos, y no tan alterada. Esta vez vi a un chico. Quizás fuese John. O no sé. Vi a un chico que me susurraba algo. Y no sé muy bien donde estábamos, parecía un psiquiatra. O algo similar. No lo sé. No tardé en conciliar con el sueño de nuevo.

Los rayos de sol entraban por las rendijas de la persiana. Doy medio giro en cama, y estaba vacía, Eli ya se debía haber levantado. Vi el reloj que estaba encima de la mesilla y marcaba las 11:38 a.m. Quitando las pesadillas, había descansado bien. Me levanté, estirándome en cada paso y me encerré en el baño.
Era domingo.
Me di un baño con espuma, no quería tarda mucho, pero con lo bien que se estaba allí, me dejé estar sin reparar en el tiempo. Como cuando somos pequeños, salí de la con la piel blanquecina y las manos arrugadas como gusanos. Me reía yo sola. Me enrosqué con la toalla, y con otra enrosqué mi melena. Salí del cuarto de baño y me dirigía al armario cuando escucho a Eli hablando en el piso de abajo. ¿Habría llegado alguien? Me asomé a la puerta y pude escuchar con más nitidez.
-          Eder debería estar en la cárcel, o en un manicomio. Sus actos nunca han sido normales. Sí. Sí. Ajá. Entendido. De acuerdo. Está bien, nos veremos el día del juicio Peter, hasta la próxima semana.
Estaba hablando por teléfono, y al parecer para la semana tenía un juicio.
De nuevo, fui al armario y cogí la primera ropa que cuadró. Me vestí y bajé.
-          Buenos días Eli, perdona por entrometerme, pero…, te he escuchado hablando por teléfono al salir de la ducha, ¿tienes un juicio?
-          Ah, no pasa nada. De todas formas en cuanto recibiese es llamada te lo tenía pensado contar. Sí. Así es, me llamó mi abogado, es el juicio contra Eder, por lo que ha sucedido. He conseguido que tú no tengas que testificar. Mi abogado me comenta que lo más probable es que entre a la cárcel, pero poco tiempo. ―su cara no mostraba emoción.―o que ingrese en un manicomio.
-          Y, ¿cuándo tienes el juicio?, ojalá salga todo bien como prevé tu abogado.
-          El jueves día ocho. A las 10 de la mañana. Pero a las 9 ya he quedado con mi abogado.
-          ¿Y Eder?―Eli se quedó callada, quizás había formulado mal mi pregunta.― ¿Y Eder ahora dónde está?
-          Pues creo que en casa de sus padres. Tiene una orden de alejamiento, tanto hacia ti como hacia mí.
Me quedé más aliviada, no me gustaba llegar a pensar que en cualquier momento pudiese sonar el timbre y encontrarlo tras la puerta. El vago recuerdo que tenía sobre él no me inspiraba confianza. Me daba incluso pavor.
-          Espero que todo salga bien Eli, y que acabe donde se lo merece.
-          Y yo, y yo.
Los días iban pasando, yo no lograba recordar gran cosa. Las pesadillas no cesaban. El nombre de John siempre estaba en ellas. El recuerdo más nítido que tenía era el momento de mi caída. Logré recordar  que pasé días encerrada en esta casa sola, que Eder no aparecía nunca. El día de Reyes, 6 de enero, vinieron los padres de Eli a comer a casa, me trataron como una hija más, como miembro de su familia. Eran muy amables y alegres. Unas personas muy sencillas y con facilidad de cogerle cariño en poco tiempo.
El día antes del juicio tenía que ir al médico para que el médico controlase mi avance. Dijo que todo iba bien, y que volviese el mes siguiente, o en caso de que sucediese algo de fuera de lo normal que fuese antes por su consulta.

[Jueves 8, enero]
Llegó el día del juicio. Yo me iba a quedar sola unas horas. Eli no sabía a qué hora llegaría a casa, asique avisó a su madre y le dijo que fuese a casa que yo le abriría la puerta. La madre traería consigo al perro de Eli, Chester. Estaba entusiasmada en poder ver al fin el pitbull.
Elizabeth se fue temprano, tan temprano que ni me di cuenta. Yo me desperté poco antes de las 9. Me pegué una ducha rápida, pues la madre, Cristie, no tardaría mucho en llegar. Después de la ducha, bajé a desayunar. Eli me había dejado una nota en la mesa:
“Perdona por dejarte todo echo un caos, no me dio tiempo a recoger, tienes café recién hecho en la cafetera; mi madre llegará a partir de las 10, antes no puede. Espero acabar pronto con el juicio. Dale saludos y disfruta de tu primer día con Chester.
Os quiero. Un beso.
–Elizabeth.”
Sonreí yo sola, pues no era tanto caos el que había montado. Solo su taza sin recoger, metida en el fregadero.
-          ¡Será tonta!―afirmé.
Me llené media taza con café y el resto con leche. Lo metí al microondas.
-          Ah, mierda. ¡Me pase! Como quema.―allí estaba hablando yo sola.―La tonta soy yo, que aparte de quemarse con su desayuno habla sola.
Le eché más leche fría y me bebí mi desayuno. Tomé un par de galletas y recogí todo. Vi el reloj, marcaba las 9:35 a.m. La madre llegaría en 25 minutos. Asique mientras me fui a recoger la habitación,  que había dejado la cama sin hacer.
Pero de repente, justo cuando había llegado al piso de arriba…
*Din, don*
Sonó el timbre. Me sorprendí, pues era temprano para que llegase Cristie. No quise bajar, a lo mejor era cualquier persona vendiendo productos, o cualquier cosa similar. Me dirigía a la habitación y de nuevo…
*Din, don, din, don, din, don*
Quien tocaba el timbre lo hacía de forma alterada, entonces, me alteré yo.
Bajé, despacio. Pues no esperaba a nadie que no fuese Cristie, y ella estaba segura de que no tocaría de tal forma el timbre.
Estaba a punto de llegar a la puerta para asomarme por la mirilla a ver quién estaba tras la puerta cuando esa persona introdujo por la rendija de las cartas un paquete. Y de nuevo tocaba el timbre.
Vi. Y casi me desmayo. Era Eder. Ahora sí que recordé cómo era. No tenía pensado abrirle. Pero entonces comenzó a hablar.
-          Sé que estás  tú sola Ruth, sé todo sobre tu vida. Sé tu pasado. Sé quién asesinó a tu familia. Sé quién te sacó del manicomio. Yo te saqué de allí, y ahora quieres que acabe en la cárcel. Pues saldré de ella e iré a por ti, y a por Elizabeth también.
Escalofríos se apoderaban de mí. El miedo me tenía bloqueada.
-          Ábreme. Arreglemos esto. No le hagas caso a Eli, ella no quiere ayudarte, yo sí. Confía en mí.
Estuve un tiempo sin reaccionar, no dije nada, solo le veía por la mirilla y le escuchaba. Me iba a decidir a abrirle, pero entonces vi que en su mano derecha llevaba una navaja.
-          Ábreme zorra.  Que eres una zorra. Cuando te coja pienso quitarte toda esa ropa y hacerte mía, como debí hacerlo cuando te tuve conmigo, cuando te tuve ganas. Pienso hacerte gemir de placer o de dolor, me da igual. Quiero ver como sufres delante de mis ojos, ver como mi sudor cae por tu piel, como mis manos conocen tu cuerpo. Y pienso hacerte mujer y que en tus entrañas crezca alguien como yo. ¡Un asesino!
-          ¡LÁRGATE! Llamaré ahora mismo a la policía, la madre de Eli está de camino. Eres un depravado mental. Deberías estar en la cárcel. Hoy acabarás entre rejas. ¡Fuera de aquí!
-          Al fin abres esa boquita. Te he dejado un regalito de tu pasado. Llama a quién quieras, no tienes pruebas de que estuve aquí. Vendré a por ti. ¡Lo juro!
Se alejó de la puerta. Y yo hice lo mismo. Llevaba el paquete en mis manos. Todo había sucedido tan deprisa. Estaba deseando que llegase Cristie lo antes posible. No sabía qué hacer. La verdad, aunque llamase a la policía no serviría de nada. No sabía si abrir el paquete yo sola, o esperar a que Cris llegase y verlo con ella. Estaba temblando. Tenía las manos tan frías que no las sentía. Tuve que tomarme de nuevo un café, está vez solo.
*Din, don*

Una vez más sonaba aquel timbre… Ahora debería ser Cristie…