Abro
los ojos y me encuentro en una habitación, en una camilla. Olía a tristeza. A
enfermedad. Olía a desesperación por salir de allí, por volver a casa.
Se oían
lloros, y gritos.
Vi
mi muñeca. Una pulsera la rodeaba.
Pi,
pi, pi.
Pude
escuchar que la melodía de mi corazón en el cardiograma se aceleraba, no
recuerdo nada. No sé quién soy, ni que ha pasado. Y mucho menos qué hacía en un
hospital. Sola.
Giré
la pulsera de la muñeca con el propósito de conocer mi identidad, y ver si así
lograba al menos saber quién era.
―Erika
Clark. Amnesia psicogénica. 24/12/2014.―
No.
No podía ser cierto. Ese nombre no me recordaba a nada. No. Amnesia psicogénica,
menuda palabra. ¿Qué era eso de psicogénica? ¿No iba a recuperar la
memoria nunca?
Me
empecé a alterar, me puse nerviosa. Comencé a tener sudoraciones. Me sentí
fatal. Mareos se apoderaban de mí. Necesitaba saber qué problema tenía. Si me
iba a curar, y necesitaba saberlo ya. No sabía si gritar en busca de ayuda, o
si intentar calmarme y esperar a que alguien llegase.
¿Llevaba
allí desde nochebuena? ¿A qué día estaría entonces?
Quiero
recordarlo todo pero soy incapaz.
Silencio.
Solo mi respiración entrecortada invadía aquella habitación. Y es que al lado
de mi cama había otra, pero estaba vacía. Completamente vacía. Como yo me sentía
allí.
Yo
no era Erika Clark. Algo en mi interior me lo decía. Pero no lograba
transportarme al pasado y así recordar, recordar lo que fuese.
El
silencio me estaba asustando.
De
repente la puerta se abrió, un hombre de bata blanca, alto, no muy delgado, con
una barba de una semana, unas gafas colgadas al cuello, y una calva que insinuaba
su elevada edad entró observando unas hojas que traía en la mano, supongo que
mi diagnóstico. No sé. Era cuestión de segundos saberlo.
Esperé
a que fuese él quien comenzase a hablar.
- Buenos
días, ¿Erika Clark? ¿Es ese su nombre?―frunció el entrecejo.
- Supongo.
Es lo que marca esta pulsera tan molesta.―estaba indignada, y es que quería
saberlo todo, era demasiado impaciente.
- De
acuerdo, está pasando lo que nos temíamos…―se calló unos segundos, como si
estuviera esperando que yo dirigía alguna palabra, pero no fue así. Simplemente
esperé que retomase la conversación ― Erika, ha sufrido usted una caída grave,
produciéndole un traumatismo en el cráneo, lo que ha conllevado a una amnesia psicogénica.
- Por
favor, explíquese mejor.―necesitaba saber qué me pasaba.
-No
hay nada que explicar, la amnesia psicogénica es el resultado de un daño
directo al cerebro, produciéndose la dicha enfermedad. Aún no podemos confirmar
si es global, o postraumática, lo que quiere decir que no podemos diagnosticar
si usted ha perdido la memoria totalmente o si puede ir recordando a medida que
avance en el tiempo.
Me
eché a llorar, no pude gesticular palabra alguna. Joder. No sabía ni siquiera
si mi nombre era ese, si era otro. No sabía si tenía familia, no sabía nada.
Una gran laguna tapaba todo mi pasado, todos mis recuerdos y solo sentí rabia,
impotencia y mucho dolor.
El médico
se fue sin decir nada. No me gustó.
Entre
tantas lágrimas llegó una chica a mi lado. Ni me diera cuenta de que alguien
había llegado hasta que me sujetó la mano y me dijo:
-Tranquila,
Ruth.―me sorprendí. Algo se accionó en mí, ese nombre, ese sí debía ser mi
nombre, Ruth.
Me
dio un pañuelo, esperó a que me secase las lágrimas, y entonces me esbozó una
sonrisa, yo se la devolví. Esa chica, esa chica la había visto antes, en algún
sitio.
-Te
debo llamar Erika, es una larga historia, la cual no puedo contarte en este
lugar. Solo te pido que confíes en mí, yo te llevaré a casa, y allí, allí te
contaré todo lo que sé.
Iba
a cortar su conversación pero no me dejó, en el momento que me digné en abrir
la boca para soltar por ella una palabra, alzó su mano y me la puso en la boca,
susurrando un shhhh.
-Para
los médicos somos hermanas. Si no te encuentran ningún problema más quizá estés
fuera en dos días.
Entonces
entró una enfermera, traía en sus manos una bandeja con el desayuno. Y con una
sonrisa brillante dijo:
-Buenos
días Erika, me alegró que al fin haya despertado, le traigo su desayuno, espero
que le agrade y se mejore pronto señorita. Y feliz año nuevo.
Entonces
algo me quedó claro, llevaba desde nochebuena allí, y había vuelto en mí el día
1 de un nuevo año. Tenía muchas preguntas, esa chica tenía las respuestas, pero
sabía que debía ser paciente.
- ¿Cómo
te llamas?―necesitaba al menos saber eso.
- Elizabeth.―Me
besó la frente, le sonreí, me sentí querida. Y en ese momento supe qué hacía
mucho que no me sentía así.―Debo irme, tengo cosas que hacer, las cuales te
contaré cuando estés de regreso a casa. Te quiero Erika―me guiñó un ojo y meneó
la cabeza señalando a la puerta, había entendido su indirecta.
A
los 5 segundos entró el médico, se despidió de la que decía ser mi hermana y lo
que le dijo me agradó:
- Su
hermana no presenta signos de que no vaya a recuperar la memoria, en un par de
días podrá regresar a casa, allí tendrá más posibilidades de ir recordando
cosas poco a poco.
- De
acuerdo doctor, me debo ir. Estaré aquí de nuevo mañana.
Aunque
no recordase nada, algo ya sabía. Elizabeth quería sacarme de allí, mi nombre
no era Erika, era Ruth. Pero eso era demasiado poco.
Me
iban a esperar dos días eternos, lo suponía, pues cuanto más rápido queremos
que pase el tiempo, más lento se nos hace.
Y así
fue.
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