martes, 17 de febrero de 2015

— Capítulo 16 —

[Domingo 4 de enero: 2:12 a.m.]

-          John. John. John. ¡HAS SIDO TÚ! ―me desperté completamente alterada, una pesadilla. Sudaba en frío. Pero mi temperatura corporal rozaba la fiebre. Eli se había despertado también.
-          Ruth, ¿quién es John? Tranquila, que todo ha sido una pesadilla. Iré a por un vaso de agua.
No pude ni decirle nada. Vi para ella atemorizada. Estaba temblando, no dejé que se fuese a por el vaso de agua. Le abracé. Necesitaba saber que estaba bien. Pasaron unos minutos y entonces la solté, y le hice un gesto para que fuese a por el agua. Yo me fui al baño, y me lavé la cara con agua fría.
Estaba pálida. Y las manos no dejaban de temblarme.
Eli no tardó en subir, la escuchaba por las escaleras. Mientras me asomé por la ventana, y vi el cielo. Me salió un suspiro intenso del alma. Algo se accionó en mi interior. Algo me decía que mi familia estaba ahí, ahí arriba, y que ahora solo tenía conmigo a Elizabeth. Lágrimas se escaparon por mis mejillas cuando entraba Eli por la puerta.
-          ¿Estás mejor? Ten, bebe un poco, sino eres capaz de dormir, te haré compañía despierta.
-          Gracias, en serio, gracias por meter en tu casa a una desconocida. Por acogerme como una hermana y por cuidarme de tal forma.
-          No es necesario que me las des. Suelen decirme que tengo un corazón muy grande, y lo comparto con quien lo necesita. Y esta vez, tú lo necesitas.
Le di un sorbo al vaso de agua, me sentó genial. Hubo un silencio, pero esta vez fui yo quien lo rompió.
-          No logro recordar la pesadilla. Solo recuerdo sombras, gritos. E incluso podría decir que disparos.
-          Quizás tengas las pesadillas tan borrosas como tu pasado.
-          Posiblemente sea eso.
-          Has dicho un nombre, ¿eso lo recuerdas?
-          No…―me sentí impotente, parecía inútil, no recordaba mi pasado, no recordaba las pesadillas, no recordaba nada.
-          John. Justo antes de que despertases estabas gritando “John, John, ¡has sido tú!”
-          No consigo recordar nada. Ese nombre no me dice nada. Me siento tan frustrada, siento que llevo mucho tiempo así, perdida, perdida en esta vida sin saber absolutamente nada, sin avanzar, estancada en una puerta que no consigo abrir. Siento rabia, e impotencia de no saber quién soy realmente. No saber por qué nos cruzamos y de tal manera, me siento…
-          Ruth, por favor, ten esperanza y paciencia. Sé que no lo estás pasando bien, y a pesar de no ser mi hermana de sangre, no me gusta verte así. Pero tranquila, conseguirás recordar y lo conseguiremos las dos.
Agaché la cabeza. Bostecé.
-          Menos mal que me has brindado tu hogar y tu amistad, porque si no, no sabría qué sería de mí…
-          Necesitas dormir, se te nota cansada.
-          Sí, estoy agotada.
-          Pues descansemos.
Otra pesadilla rondó mi cabeza esa noche, pero no fue tan intensa como la otra, me desperté sin gritos, y no tan alterada. Esta vez vi a un chico. Quizás fuese John. O no sé. Vi a un chico que me susurraba algo. Y no sé muy bien donde estábamos, parecía un psiquiatra. O algo similar. No lo sé. No tardé en conciliar con el sueño de nuevo.

Los rayos de sol entraban por las rendijas de la persiana. Doy medio giro en cama, y estaba vacía, Eli ya se debía haber levantado. Vi el reloj que estaba encima de la mesilla y marcaba las 11:38 a.m. Quitando las pesadillas, había descansado bien. Me levanté, estirándome en cada paso y me encerré en el baño.
Era domingo.
Me di un baño con espuma, no quería tarda mucho, pero con lo bien que se estaba allí, me dejé estar sin reparar en el tiempo. Como cuando somos pequeños, salí de la con la piel blanquecina y las manos arrugadas como gusanos. Me reía yo sola. Me enrosqué con la toalla, y con otra enrosqué mi melena. Salí del cuarto de baño y me dirigía al armario cuando escucho a Eli hablando en el piso de abajo. ¿Habría llegado alguien? Me asomé a la puerta y pude escuchar con más nitidez.
-          Eder debería estar en la cárcel, o en un manicomio. Sus actos nunca han sido normales. Sí. Sí. Ajá. Entendido. De acuerdo. Está bien, nos veremos el día del juicio Peter, hasta la próxima semana.
Estaba hablando por teléfono, y al parecer para la semana tenía un juicio.
De nuevo, fui al armario y cogí la primera ropa que cuadró. Me vestí y bajé.
-          Buenos días Eli, perdona por entrometerme, pero…, te he escuchado hablando por teléfono al salir de la ducha, ¿tienes un juicio?
-          Ah, no pasa nada. De todas formas en cuanto recibiese es llamada te lo tenía pensado contar. Sí. Así es, me llamó mi abogado, es el juicio contra Eder, por lo que ha sucedido. He conseguido que tú no tengas que testificar. Mi abogado me comenta que lo más probable es que entre a la cárcel, pero poco tiempo. ―su cara no mostraba emoción.―o que ingrese en un manicomio.
-          Y, ¿cuándo tienes el juicio?, ojalá salga todo bien como prevé tu abogado.
-          El jueves día ocho. A las 10 de la mañana. Pero a las 9 ya he quedado con mi abogado.
-          ¿Y Eder?―Eli se quedó callada, quizás había formulado mal mi pregunta.― ¿Y Eder ahora dónde está?
-          Pues creo que en casa de sus padres. Tiene una orden de alejamiento, tanto hacia ti como hacia mí.
Me quedé más aliviada, no me gustaba llegar a pensar que en cualquier momento pudiese sonar el timbre y encontrarlo tras la puerta. El vago recuerdo que tenía sobre él no me inspiraba confianza. Me daba incluso pavor.
-          Espero que todo salga bien Eli, y que acabe donde se lo merece.
-          Y yo, y yo.
Los días iban pasando, yo no lograba recordar gran cosa. Las pesadillas no cesaban. El nombre de John siempre estaba en ellas. El recuerdo más nítido que tenía era el momento de mi caída. Logré recordar  que pasé días encerrada en esta casa sola, que Eder no aparecía nunca. El día de Reyes, 6 de enero, vinieron los padres de Eli a comer a casa, me trataron como una hija más, como miembro de su familia. Eran muy amables y alegres. Unas personas muy sencillas y con facilidad de cogerle cariño en poco tiempo.
El día antes del juicio tenía que ir al médico para que el médico controlase mi avance. Dijo que todo iba bien, y que volviese el mes siguiente, o en caso de que sucediese algo de fuera de lo normal que fuese antes por su consulta.

[Jueves 8, enero]
Llegó el día del juicio. Yo me iba a quedar sola unas horas. Eli no sabía a qué hora llegaría a casa, asique avisó a su madre y le dijo que fuese a casa que yo le abriría la puerta. La madre traería consigo al perro de Eli, Chester. Estaba entusiasmada en poder ver al fin el pitbull.
Elizabeth se fue temprano, tan temprano que ni me di cuenta. Yo me desperté poco antes de las 9. Me pegué una ducha rápida, pues la madre, Cristie, no tardaría mucho en llegar. Después de la ducha, bajé a desayunar. Eli me había dejado una nota en la mesa:
“Perdona por dejarte todo echo un caos, no me dio tiempo a recoger, tienes café recién hecho en la cafetera; mi madre llegará a partir de las 10, antes no puede. Espero acabar pronto con el juicio. Dale saludos y disfruta de tu primer día con Chester.
Os quiero. Un beso.
–Elizabeth.”
Sonreí yo sola, pues no era tanto caos el que había montado. Solo su taza sin recoger, metida en el fregadero.
-          ¡Será tonta!―afirmé.
Me llené media taza con café y el resto con leche. Lo metí al microondas.
-          Ah, mierda. ¡Me pase! Como quema.―allí estaba hablando yo sola.―La tonta soy yo, que aparte de quemarse con su desayuno habla sola.
Le eché más leche fría y me bebí mi desayuno. Tomé un par de galletas y recogí todo. Vi el reloj, marcaba las 9:35 a.m. La madre llegaría en 25 minutos. Asique mientras me fui a recoger la habitación,  que había dejado la cama sin hacer.
Pero de repente, justo cuando había llegado al piso de arriba…
*Din, don*
Sonó el timbre. Me sorprendí, pues era temprano para que llegase Cristie. No quise bajar, a lo mejor era cualquier persona vendiendo productos, o cualquier cosa similar. Me dirigía a la habitación y de nuevo…
*Din, don, din, don, din, don*
Quien tocaba el timbre lo hacía de forma alterada, entonces, me alteré yo.
Bajé, despacio. Pues no esperaba a nadie que no fuese Cristie, y ella estaba segura de que no tocaría de tal forma el timbre.
Estaba a punto de llegar a la puerta para asomarme por la mirilla a ver quién estaba tras la puerta cuando esa persona introdujo por la rendija de las cartas un paquete. Y de nuevo tocaba el timbre.
Vi. Y casi me desmayo. Era Eder. Ahora sí que recordé cómo era. No tenía pensado abrirle. Pero entonces comenzó a hablar.
-          Sé que estás  tú sola Ruth, sé todo sobre tu vida. Sé tu pasado. Sé quién asesinó a tu familia. Sé quién te sacó del manicomio. Yo te saqué de allí, y ahora quieres que acabe en la cárcel. Pues saldré de ella e iré a por ti, y a por Elizabeth también.
Escalofríos se apoderaban de mí. El miedo me tenía bloqueada.
-          Ábreme. Arreglemos esto. No le hagas caso a Eli, ella no quiere ayudarte, yo sí. Confía en mí.
Estuve un tiempo sin reaccionar, no dije nada, solo le veía por la mirilla y le escuchaba. Me iba a decidir a abrirle, pero entonces vi que en su mano derecha llevaba una navaja.
-          Ábreme zorra.  Que eres una zorra. Cuando te coja pienso quitarte toda esa ropa y hacerte mía, como debí hacerlo cuando te tuve conmigo, cuando te tuve ganas. Pienso hacerte gemir de placer o de dolor, me da igual. Quiero ver como sufres delante de mis ojos, ver como mi sudor cae por tu piel, como mis manos conocen tu cuerpo. Y pienso hacerte mujer y que en tus entrañas crezca alguien como yo. ¡Un asesino!
-          ¡LÁRGATE! Llamaré ahora mismo a la policía, la madre de Eli está de camino. Eres un depravado mental. Deberías estar en la cárcel. Hoy acabarás entre rejas. ¡Fuera de aquí!
-          Al fin abres esa boquita. Te he dejado un regalito de tu pasado. Llama a quién quieras, no tienes pruebas de que estuve aquí. Vendré a por ti. ¡Lo juro!
Se alejó de la puerta. Y yo hice lo mismo. Llevaba el paquete en mis manos. Todo había sucedido tan deprisa. Estaba deseando que llegase Cristie lo antes posible. No sabía qué hacer. La verdad, aunque llamase a la policía no serviría de nada. No sabía si abrir el paquete yo sola, o esperar a que Cris llegase y verlo con ella. Estaba temblando. Tenía las manos tan frías que no las sentía. Tuve que tomarme de nuevo un café, está vez solo.
*Din, don*

Una vez más sonaba aquel timbre… Ahora debería ser Cristie…

domingo, 8 de febrero de 2015

— Capítulo 15 —

-          Ruth, Ruth, ¿estás bien?―debí perder la consciencia unos minutos, Abrí los ojos y allí estaba Elizabeth a mi lado preocupada.― Al fin te despiertas, ¡qué susto me has dado!
-          Eli, ya el primer día y te estoy causando problemas, no quiero ser una carga para ti…
-          Tranquila, ahora para mí eres una hermana, no una carga.
Nos quedamos viendo, sonreímos, aunque yo tenía la mente en otro lugar. En aquellas escaleras, en aquel momento. Había empezado a recordar, eso era un buen paso, aunque demasiado corto.
-          ¿Has recordado algo, verdad?
-          Sí, pero no mucho. Simplemente esas escaleras me trajeron el recuerdo de una sirena y de una caída, la que me hizo perder la memoria.
Meneó la cabeza asintiendo, como si supiera toda mi historia. No dijo nada, me dejó allí, tumbada en el sofá, y se dirigió a la cocina. Al salir del salón voceo:
-          Te prepararé un zumo para subir tus defensas, mientras, no te muevas.
Elizabeth debía saber toda mi historia, pero tenía que ser yo la que fuese recordando poco a poco.
Apenas tardó unos minutos en regresar, traía dos vasos y una jarra llena de zumo de naranja recién exprimido. Acercó la mesita de centro al sofá y allí dejó todo. Llenó ambos vasos y me dio el mío.
-          Ruth, te diré algo, no sé si así recordarás mejor o no, pero así sabrás dónde estás.
Se calló unos segundos. Me preocupó. Estaba seria.
-          Dime…
-          Te voy a contar una historia quizás algo extraña, o simplemente aburrida, y pesada.
-          Adelante, más aburrido es mi pasado, que ni me acuerdo de él.―quise hacer la broma tonta. Ambas sonreímos.
-          Empiezo, pues. Esta casa no solo era mía, era también de mi ex-marido. Habíamos decidido ir a vivir juntos, quizás fue algo precipitado, sin duda mi mayor error fue fijarme en él. Al principio era una persona alegre, o eso me hacía pensar a mí, pero entonces hace poco más de un año comenzó a comportarse de forma extraña, se convirtió en una persona oscura, con una mirada cruel. Yo ya no me sentía feliz a su lado, empecé a no sentir nada cuando se me acercaba. Me sentía vacía, sola. A veces prefería quedarme dormida en el salón, y no compartir cama con él. Se encerraba en el estudio horas y horas cuando no trabajaba. Nunca me dejaba entrar allí, era compulsivo. Llegó el día en el que decidí contactar con mi abogado y preparar el papeleo del divorcio, no podía seguir así, era completamente insano estar con una persona como él. Si firmase en el momento que le mostré los papeles quizás ahora no estaríamos aquí, ni nunca sabría de tu existencia. Pero no sucedió eso, no quería ponerle fin a nuestra relación, que ya llevaba estancada mucho tiempo. No entendía porque, si tanto por su parte como por la mía ya no había sentimiento. Acabamos yendo al juicio, y yo gané la casa, y él se quedó con el coche, un mitsubishi que tanto le había costado, su gran capricho, y alguna pertenencia más. Después de ese día tan agotador, coincidimos una vez más, le llamé, y le pedí las llaves que él tenía de casa. Me las devolvió, me pidió sus cosas, y le dije que iba estar una temporada en casa de mis padres, pues no quería estar en esta amplia casa yo sola, y menos en ese momento. Le dije que le avisaría cuando tuviese sus cosas en orden para devolvérselas.
Hizo una parada en su historia con su exmarido. Bebió un sorbo del zumo. Se notaba que contar esa historia no le agrada.
-          Si quieres descansar y seguir después, lo entenderé, Eli.
-          No, no, quiero sacar esta historia fuera y así que tú puedas recordar más.
-          De acuerdo―le dije; cogió una bocanada de aire y continuó.
-          Cuando estaba decidida a regresar aquí y comenzar mi nueva vida, sola, sin nadie que poco a poco destruyese mis ganas de vivir me encontré con él. Iba en su coche de trabajo, el de la policía. Él no me vio, yo venía a casa, él aparcó a unos metros más adelante, y bajó del coche y fue por el lado del acompañante, abrió la puerta y cogió en brazos a una chica. Esa chica…
-          Esa chica era yo…―me asombré, no sabía que pintaba en toda esa historia, de momento no conseguía recordar nada, pero conocer la historia que Eli me contaba quizás me ayudase al cabo del paso de los días.
-          Sí, eras tú. Y yo me quedé aquel día tan asombrada como tú en este momento. Yo tampoco sabía qué estabas pintando en su vida, me infiltré entre los árboles para que no me reconociese, quería correr y meterme en casa, pero mayor fue mi asombro cuando vi que él era el que se acercaba a la puerta, cogía un manojo de llaves y abría aquella puerta, con una pequeña patada la abrió de par en par, entró en casa y yo, incapaz de reaccionar, me fui. Estaba entre asustada y no sé…, perpleja con tal situación. Era imposible. No era lógico.―de nuevo otro sorbo al vaso.― estuve unos días vigilándole. Hasta que no aguanté, y me dispuse a llamarle, a ver si él se molestaba en explicarme qué estaba pasando, me hice la tonta, le pregunté cómo le iba todo y cuándo podíamos quedar, le dije que iba a ir a casa dentro de unos días y que si venía conmigo a recoger sus cosas, se excusó diciendo que tenía mucho trabajo, que tenía que hacer muchos turnos, entonces no soporté más sus mentiras. Yo estaba a unos metros de casa, y sabía que él estaba allí. Le dije con voz furiosa, “¡sal de mi casa ahora mismo sino quieres terminar en la cárcel, hijo de puta, que por muy policía que seas, tu reputación puede quedar muy mal si en el cuerpo se enteran de que has usurpado la casa de tu ex!” Escuché su respiración acelerada por el altavoz del móvil, ahora había sido él quien no reaccionaba, quizás pensaba que yo no me daría cuenta de lo que estaba pasando y pensaba que tardaría más en querer pisar la casa. Tardaba mucho en gesticular palabra, “¿a qué esperas para responder Eder?”, y entonces me dijo “ven a casa, y te lo explico, necesito que me des un par de días aquí, que no des parte en la policía y luego, luego desapareceré, te lo aseguro”. No me fié de sus palabras, pero le hice caso y no quise avisar a la policía, por el momento.
-          Me tienes que disculpar Eli, pero necesito ir al servicio.―la intirrumpí.
-          Te acompaño hasta el pasillo, que voy a recoger los vasos ya.
Fui al baño, olía a fresco, a frutas del bosque o algo similar. Me lavé las manos y la cara. Me vi al espejo. Estaba algo sonrojada, quizás era el calor, y el hecho de saber más sobre mi pasado. No quise demorarme mucho, me dirigí al salón, allí estaba Eli, esperándome en el sofá. Me senté, y con solo una mirada siguió.
-          No tardé en llegar a casa, yo llevaba mis llaves, entré sin avisar. No sé dónde estaría Eder, entonces me senté aquí mismo. Por un instante me desplomé al verme allí. Noté unos pasos, era él, bajando por las escaleras, con una sonrisa pícara… No me gustó. Cruzamos miradas y su cara tornó a seria. Comenzamos a discutir, me pidió que me calmase, le pregunté por la chica que había metido en mi casa, le dije que era un enfermo, que como se atrevía a meterse en mi casa y aún por encima a meter a una desconocida. Me dijo varias veces que me tranquilizase. Y de tantas que me lo repitió, me calmé. Me contó una historia, que ni él se la creía, me contó que eras su hermana pequeña, que estabas en tratamiento, y alguna cosa más que ya ni me acuerdo de lo poco creíble que sonaba. Me pidió perdón, puede que de corazón. También me pidió ayuda. Pero en ningún momento me dejó subir a mi habitación, donde te tenía encerrada los primeros días. Le di unos consejos para que cuidase de ti, y le dije que tenía unos días para largarse de mi casa sino quería terminar con la soga al cuello. Le dije que quería pasar unas navidades tranquilas, pues no faltaba mucho para que llegase esa época del año. Me pidió tiempo, me dijo de nuevo que iba a tener unos días ajetreados en el cuartel. Le dije que me daba igual, y que si quería que yo misma cuidaría de ti. Se negaba. Los días iban pasando, hasta que me cansé. Un día vine a casa, no traía las llaves, toqué el timbre, muchas veces, y tú estabas aquí en el salón, te debiste de asustar, pues escuché como algo caía al suelo, y rompía.
Cerré los ojos, y sí. Comencé a recordar. Eso, exactamente eso sí que lo recordé. Recordé que yo estaba en este mismo sofá, viendo la tele, esperando la llegada de Eder, y que de repente alguien tocaba el timbre, y era ella.
-          ¿Lo recuerdas?
-          Sí, recuerdo que esa tarde me asusté. Que al poco rato llegó Eder, y te dijo que te fueras. Yo me hice la tonta, me fui para la habitación y cuando me preguntó si había escuchado el timbre, mentí. Luego no puedo recordar más…
-          Después poco más pasó. Le llamé, me seguía pidiendo tiempo. Me dijo que iba a montar el árbol de navidad contigo, que os dejase en paz unos días. Pero no pude soportar tanta mentira. Le dije enfadada “yo cuidaré de ella, la cárcel cuidará de ti” y le colgué. Decidida, llamé a la policía e informé de lo que estaba pasando, aunque antes tuve que idear una mentira para que a ti no te pasase nada. Mentí diciendo que eras mi hermana, y que él te tenía allí encerrada. En esa misma tarde pasó todo, llegó la policía, y acabaste en el hospital por tu caída. Por desgracia, no sé nada más de tu pasado, apenas conozco esos días en los que Eder te tuvo aquí, pero espero que pueda ayudarte a que  recuerdes todo.
No fui capaz de decir nada. Al menos recordé algo, recordé que  Eder fue el que me había tenido allí, que fue en esas escaleras donde ocurrió mi accidente. Y si al menos recordé, eso significaba que no estaba todo perdido, que mi memoria podía volver, poco a poco, pero podía volver.
No faltó su abrazo ante mi silencio. Me eché a llorar, quizás lo necesitaba. Estaba desubicada, solo sabía mi nombre y mi edad. Y solo la tenía a ella.
Se nos pasó la tarde demasiado rápido, entre toda la historia, y que después nos pusimos a ordenar todo lo que faltaba, rápido llegó la hora de cenar.
Ambas estábamos cansadas.
No tardamos en irnos a dormir, le pedí que durmiese conmigo, como si fuese una niña pequeña que necesitaba a su hermana mayor.
Y la verdad, esa noche ya fue la primera noche de pesadillas…


En plena madrugada, en plena pesadilla, comencé a gritar:
- John. John. John. ¡HAS SIDO TÚ!