[Domingo 4 de enero: 2:12 a.m.]
-
John. John. John. ¡HAS SIDO TÚ! ―me desperté
completamente alterada, una pesadilla. Sudaba en frío. Pero mi temperatura
corporal rozaba la fiebre. Eli se había despertado también.
-
Ruth, ¿quién es John? Tranquila, que todo ha sido
una pesadilla. Iré a por un vaso de agua.
No pude
ni decirle nada. Vi para ella atemorizada. Estaba temblando, no dejé que se
fuese a por el vaso de agua. Le abracé. Necesitaba saber que estaba bien.
Pasaron unos minutos y entonces la solté, y le hice un gesto para que fuese a
por el agua. Yo me fui al baño, y me lavé la cara con agua fría.
Estaba
pálida. Y las manos no dejaban de temblarme.
Eli no
tardó en subir, la escuchaba por las escaleras. Mientras me asomé por la
ventana, y vi el cielo. Me salió un suspiro intenso del alma. Algo se accionó
en mi interior. Algo me decía que mi familia estaba ahí, ahí arriba, y que
ahora solo tenía conmigo a Elizabeth. Lágrimas se escaparon por mis mejillas
cuando entraba Eli por la puerta.
-
¿Estás mejor? Ten, bebe un poco, sino eres capaz de
dormir, te haré compañía despierta.
-
Gracias, en serio, gracias por meter en tu casa a
una desconocida. Por acogerme como una hermana y por cuidarme de tal forma.
-
No es necesario que me las des. Suelen decirme que
tengo un corazón muy grande, y lo comparto con quien lo necesita. Y esta vez,
tú lo necesitas.
Le di un sorbo al vaso de agua, me sentó genial.
Hubo un silencio, pero esta vez fui yo quien lo rompió.
-
No logro recordar la pesadilla. Solo recuerdo
sombras, gritos. E incluso podría decir que disparos.
-
Quizás tengas las pesadillas tan borrosas como tu
pasado.
-
Posiblemente sea eso.
-
Has dicho un nombre, ¿eso lo recuerdas?
-
No…―me sentí impotente, parecía inútil, no
recordaba mi pasado, no recordaba las pesadillas, no recordaba nada.
-
John. Justo antes de que despertases estabas
gritando “John, John, ¡has sido tú!”
-
No consigo recordar nada. Ese nombre no me dice
nada. Me siento tan frustrada, siento que llevo mucho tiempo así, perdida,
perdida en esta vida sin saber absolutamente nada, sin avanzar, estancada en
una puerta que no consigo abrir. Siento rabia, e impotencia de no saber quién
soy realmente. No saber por qué nos cruzamos y de tal manera, me siento…
-
Ruth, por favor, ten esperanza y paciencia. Sé que
no lo estás pasando bien, y a pesar de no ser mi hermana de sangre, no me gusta
verte así. Pero tranquila, conseguirás recordar y lo conseguiremos las dos.
Agaché la cabeza. Bostecé.
-
Menos mal que me has brindado tu hogar y tu
amistad, porque si no, no sabría qué sería de mí…
-
Necesitas dormir, se te nota cansada.
-
Sí, estoy agotada.
-
Pues descansemos.
Otra
pesadilla rondó mi cabeza esa noche, pero no fue tan intensa como la otra, me
desperté sin gritos, y no tan alterada. Esta vez vi a un chico. Quizás fuese
John. O no sé. Vi a un chico que me susurraba algo. Y no sé muy bien donde
estábamos, parecía un psiquiatra. O algo similar. No lo sé. No tardé en
conciliar con el sueño de nuevo.
Los rayos
de sol entraban por las rendijas de la persiana. Doy medio giro en cama, y
estaba vacía, Eli ya se debía haber levantado. Vi el reloj que estaba encima de
la mesilla y marcaba las 11:38 a.m. Quitando las pesadillas, había descansado
bien. Me levanté, estirándome en cada paso y me encerré en el baño.
Era
domingo.
Me di un
baño con espuma, no quería tarda mucho, pero con lo bien que se estaba allí, me
dejé estar sin reparar en el tiempo. Como cuando somos pequeños, salí de la con
la piel blanquecina y las manos arrugadas como gusanos. Me reía yo sola. Me
enrosqué con la toalla, y con otra enrosqué mi melena. Salí del cuarto de baño
y me dirigía al armario cuando escucho a Eli hablando en el piso de abajo. ¿Habría
llegado alguien? Me asomé a la puerta y pude escuchar con más nitidez.
-
Eder debería estar en la cárcel, o en un manicomio.
Sus actos nunca han sido normales. Sí. Sí. Ajá. Entendido. De acuerdo. Está
bien, nos veremos el día del juicio Peter, hasta la próxima semana.
Estaba
hablando por teléfono, y al parecer para la semana tenía un juicio.
De nuevo,
fui al armario y cogí la primera ropa que cuadró. Me vestí y bajé.
-
Buenos días Eli, perdona por entrometerme, pero…, te
he escuchado hablando por teléfono al salir de la ducha, ¿tienes un juicio?
-
Ah, no pasa nada. De todas formas en cuanto
recibiese es llamada te lo tenía pensado contar. Sí. Así es, me llamó mi
abogado, es el juicio contra Eder, por lo que ha sucedido. He conseguido que tú
no tengas que testificar. Mi abogado me comenta que lo más probable es que
entre a la cárcel, pero poco tiempo. ―su cara no mostraba emoción.―o que
ingrese en un manicomio.
-
Y, ¿cuándo tienes el juicio?, ojalá salga todo bien
como prevé tu abogado.
-
El jueves día ocho. A las 10 de la mañana. Pero a
las 9 ya he quedado con mi abogado.
-
¿Y Eder?―Eli se quedó callada, quizás había
formulado mal mi pregunta.― ¿Y Eder ahora dónde está?
-
Pues creo que en casa de sus padres. Tiene una
orden de alejamiento, tanto hacia ti como hacia mí.
Me quedé
más aliviada, no me gustaba llegar a pensar que en cualquier momento pudiese
sonar el timbre y encontrarlo tras la puerta. El vago recuerdo que tenía sobre él
no me inspiraba confianza. Me daba incluso pavor.
-
Espero que todo salga bien Eli, y que acabe donde
se lo merece.
-
Y yo, y yo.
Los días
iban pasando, yo no lograba recordar gran cosa. Las pesadillas no cesaban. El
nombre de John siempre estaba en ellas. El recuerdo más nítido que tenía era el
momento de mi caída. Logré recordar que
pasé días encerrada en esta casa sola, que Eder no aparecía nunca. El día de
Reyes, 6 de enero, vinieron los padres de Eli a comer a casa, me trataron como
una hija más, como miembro de su familia. Eran muy amables y alegres. Unas
personas muy sencillas y con facilidad de cogerle cariño en poco tiempo.
El día
antes del juicio tenía que ir al médico para que el médico controlase mi
avance. Dijo que todo iba bien, y que volviese el mes siguiente, o en caso de
que sucediese algo de fuera de lo normal que fuese antes por su consulta.
[Jueves 8, enero]
[Jueves 8, enero]
Llegó el
día del juicio. Yo me iba a quedar sola unas horas. Eli no sabía a qué hora
llegaría a casa, asique avisó a su madre y le dijo que fuese a casa que yo le
abriría la puerta. La madre traería consigo al perro de Eli, Chester. Estaba entusiasmada
en poder ver al fin el pitbull.
Elizabeth
se fue temprano, tan temprano que ni me di cuenta. Yo me desperté poco antes de
las 9. Me pegué una ducha rápida, pues la madre, Cristie, no tardaría mucho en
llegar. Después de la ducha, bajé a desayunar. Eli me había dejado una nota en
la mesa:
“Perdona
por dejarte todo echo un caos, no me dio tiempo a recoger, tienes café recién
hecho en la cafetera; mi madre llegará a partir de las 10, antes no puede. Espero
acabar pronto con el juicio. Dale saludos y disfruta de tu primer día con
Chester.
Os quiero. Un beso.
–Elizabeth.”
Sonreí yo
sola, pues no era tanto caos el que había montado. Solo su taza sin recoger,
metida en el fregadero.
-
¡Será tonta!―afirmé.
Me llené media taza con café y el resto con leche. Lo
metí al microondas.
-
Ah, mierda. ¡Me pase! Como quema.―allí estaba
hablando yo sola.―La tonta soy yo, que aparte de quemarse con su desayuno habla
sola.
Le eché más
leche fría y me bebí mi desayuno. Tomé un par de galletas y recogí todo. Vi el
reloj, marcaba las 9:35 a.m. La madre llegaría en 25 minutos. Asique mientras
me fui a recoger la habitación, que había
dejado la cama sin hacer.
Pero de
repente, justo cuando había llegado al piso de arriba…
*Din, don*
Sonó el
timbre. Me sorprendí, pues era temprano para que llegase Cristie. No quise
bajar, a lo mejor era cualquier persona vendiendo productos, o cualquier cosa
similar. Me dirigía a la habitación y de nuevo…
*Din, don, din, don, din, don*
Quien
tocaba el timbre lo hacía de forma alterada, entonces, me alteré yo.
Bajé,
despacio. Pues no esperaba a nadie que no fuese Cristie, y ella estaba segura
de que no tocaría de tal forma el timbre.
Estaba a
punto de llegar a la puerta para asomarme por la mirilla a ver quién estaba
tras la puerta cuando esa persona introdujo por la rendija de las cartas un
paquete. Y de nuevo tocaba el timbre.
Vi. Y
casi me desmayo. Era Eder. Ahora sí que recordé cómo era. No tenía pensado
abrirle. Pero entonces comenzó a hablar.
-
Sé que estás
tú sola Ruth, sé todo sobre tu vida. Sé tu pasado. Sé quién asesinó a tu
familia. Sé quién te sacó del manicomio. Yo te saqué de allí, y ahora quieres
que acabe en la cárcel. Pues saldré de ella e iré a por ti, y a por Elizabeth
también.
Escalofríos
se apoderaban de mí. El miedo me tenía bloqueada.
-
Ábreme. Arreglemos esto. No le hagas caso a Eli,
ella no quiere ayudarte, yo sí. Confía en mí.
Estuve un
tiempo sin reaccionar, no dije nada, solo le veía por la mirilla y le
escuchaba. Me iba a decidir a abrirle, pero entonces vi que en su mano derecha
llevaba una navaja.
-
Ábreme zorra.
Que eres una zorra. Cuando te coja pienso quitarte toda esa ropa y
hacerte mía, como debí hacerlo cuando te tuve conmigo, cuando te tuve ganas. Pienso
hacerte gemir de placer o de dolor, me da igual. Quiero ver como sufres delante
de mis ojos, ver como mi sudor cae por tu piel, como mis manos conocen tu
cuerpo. Y pienso hacerte mujer y que en tus entrañas crezca alguien como yo. ¡Un
asesino!
-
¡LÁRGATE! Llamaré ahora mismo a la policía, la
madre de Eli está de camino. Eres un depravado mental. Deberías estar en la cárcel.
Hoy acabarás entre rejas. ¡Fuera de aquí!
-
Al fin abres esa boquita. Te he dejado un regalito
de tu pasado. Llama a quién quieras, no tienes pruebas de que estuve aquí. Vendré
a por ti. ¡Lo juro!
Se alejó
de la puerta. Y yo hice lo mismo. Llevaba el paquete en mis manos. Todo había
sucedido tan deprisa. Estaba deseando que llegase Cristie lo antes posible. No
sabía qué hacer. La verdad, aunque llamase a la policía no serviría de nada. No
sabía si abrir el paquete yo sola, o esperar a que Cris llegase y verlo con
ella. Estaba temblando. Tenía las manos tan frías que no las sentía. Tuve que
tomarme de nuevo un café, está vez solo.
*Din, don*
Una vez más sonaba aquel timbre… Ahora debería ser
Cristie…