sábado, 15 de noviembre de 2014

— Capítulo 7 —


Me despierto de madrugada, qué raro, ya es tan típico esto, que no sé porque me sorprendo. Me pongo a recordar y me acuerdo cuando ingresé en el primer manicomio, allí solo gritaba, allí solo intentaba escaparme, allí me auto-lesionaba dándome golpes contra todo, intentando quitarme la vida, como cual niña idiota que no se atreve a luchar. Allí no me dejaban salir al pasillo, aunque solo fuese para pasear, allí cuando necesitaba ir al baño me tenía que ir acompañada.
En aquel manicomio me mantuvieron durante…, no sé, quizás un mes, como mucho dos. Porque luego, luego me trasladaron a este, no sé muy bien porqué, recuerdo que un día se escuchaba la alarma de un vehículo policía llegar. Y que a la media hora vinieron a mi habitación a trasladarme. En su momento pensé que era por el hecho de que allí nos encerraban a los más locos; que cómico suena, que una desequilibrada como yo diga esto…. Y aquí, aquí parece que estamos los más tranquilos, nadie grita, nadie causa problemas…
Ahora si me paro a pensar, pienso en el policía, en aquel joven policía que me había susurrado aquellas palabras en el día que sucedió todo. Quizás él había movido hilos para que me trasladasen a un lugar más tranquilo. O tal vez me estoy volviendo más loca de lo que ya estoy atando cabos sueltos e imaginando cosas que no son…
Este psiquiátrico parece estar alejado del mundo, en el que reina la calma, pero falta cordura. O quién sabe, a veces me gustaría poder relacionarme con algún paciente, conocer su historia y poder dar a conocer la mía. Me gustaría recibir un abrazo, calor. No sé por qué aún no me dejan salir al jardín. A veces cuando salgo al pasillo veo al final a alguien, pero a medida que me acerco, su silueta se aleja y acaba desvaneciéndose, no sé si son imaginaciones mías, o si hay alguien con quien me puedo comunicar pero nunca se deja y se me escapa.
Y como venía diciendo, posiblemente sean las 4 de la madrugada, y otra nueva pesadilla me ha despertado, desesperante. A veces son tan aterradoras. John. John nunca desaparece de todas ellas. Esta vez me desperté pensando que le iba a ver su cara, que le iba a ver sus ojos y saber quién era, pensé que lo iba a tener en frente, cara a cara. Pero me desperté de golpe y al abrir los ojos no había nada, solo oscuridad. Faltó muy poco para poder verle. ¿Faltará poco para que eso pase? Me toqué la cara y la tenía húmeda, un sudor frío recorría toda mi frente. Sentí como si alguien estuviese plantado detrás de mí, apunto de rozarme, a punto de decirme algo. Pero era imposible, allí no podía entrar nadie sin la clave de acceso para abrir la puerta.
Sentí pavor. No me atreví a girarme. Seguía notando una presencia. ¿Y si era John? ¿Y si John está más cerca que en mis sueños?

Entonces pude notar como alguien posó su mano en mi hombro, quise gritar pero no pude, con su otra mano me tapó la boca despacio, con cuidado para no hacerme daño.

¿Tendría el valor para girarme y verle? Estaba más que asustada. Me temblaban las piernas. Me temblaba todo. El corazón me palpitaba tan deprisa que si reparaba en eso, con tanto silencio, podía escuchar cada latido. Estaba aterrorizada.

Y ahí escuché: no te muevas, no grites, tranquila. No es hora de que nos veamos, solo de que nos oigamos. No te diré mi nombre, solo nos llega con saber el tuyo, Ruth. No estoy loco, y tú tampoco.

No podía hablar, y eso que había quitado su mano de mi boca. Y tampoco me podía girar, me estaba agarrando de forma que no pudiese moverme. Además, estaba la habitación demasiado oscura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario